Lis y los Sentimientos que Caminan



En un pequeño pueblo llamado Sentipaz, vivía una niña llamada Lis. Lis era conocida por su frialdad y su actitud triste. Siempre caminaba con la cabeza baja y los brazos cruzados, como si un gran peso la aplastara. Nadie sabía por qué Lis parecía tan distante y apagada. Sin embargo, había algo especial en ella: un don que solo unos pocos conocían.

Un día, mientras paseaba por el bosque que rodeaba el pueblo, Lis se topó con un grupo de extrañas criaturas. Eran pequeños seres que caminaban dando saltitos, cada uno de ellos representaba un sentimiento: había uno amarillo que representaba la alegría, uno azul que simbolizaba la tristeza, otro rojo que representaba la rabia y uno verde que hablaba de la esperanza.

"¡Hola, Lis!", dijo el pequeño ser amarillo al acercarse. "Soy Alegría y estamos aquí para ayudarte a sentir lo que llevas dentro."

Lis frunció el ceño. "¿Ayudarme? Pero, ¿cómo? No hay nada que pueda hacer para sentirme diferente."

"Pero sí hay, Lis. Tú tienes el poder de transformar tus sentimientos. Solo tienes que aceptarlos. ¿Quieres intentarlo?"

Dudando, Lis decidió seguir a los pequeños seres. Juntos caminaron hasta un claro en el bosque, donde un árbol gigante levantaba sus ramas hacia el cielo.

"Este es el Árbol de los Sentimientos", anunció un ser verde llamado Esperanza. "Cada vez que toques sus hojas, podrás liberar y transformar tus sentimientos en lo que desees."

Lis se acercó al árbol. Con una mano temblorosa, tocó una de las hojas. Instantáneamente, se sintió envuelta en una luz cálida y alegre. Su frío comenzaba a derretirse y su tristeza, como un río, empezó a fluir.

"¿Qué sientes?", preguntó Alegría con una sonrisa. "¿Puedes sentir la diferencia?"

"Es raro...", dijo Lis, sorprendida. "Nunca había sentido algo así."

"Eso es solo el comienzo", dijo Rabia, un ser pequeño y rojo con una chispa en sus ojos. "A veces hay que dejar salir lo que nos molesta. ¿Por qué no intentas gritar lo que sientes?"

Lis respiró hondo, se plantó firme y gritó: "¡Estoy cansada de estar triste! ¡Quiero ser feliz!"

Los seres danzaron alrededor de ella. "¡Eso es, Lis! Deja que tus emociones fluyan."

Pero cuando finalmente se sintió un poco más ligera, apareció una sombra en el bosque. Era un oscuro monstruo que se alimentaba de los sentimientos no expresados. Su objetivo era atrapar a Lis y hacerla sentir más triste.

"¡No!", dijo Rabia apretando sus puños. "Debemos ayudarla. Lis, recuerda lo que has aprendido. Usa tus sentimientos. Cada uno de nosotros tiene una fuerza especial."

Lis miró a sus nuevos amigos. Recordó la alegría, la tristeza y la esperanza. "¡Estoy lista!" gritó. "¡Alegría, ven a mí!"

El pequeño ser amarillo corrió hacia ella y le dio su calidez. Luego, Lis gritó: "¡Rabia, ven a mí!" Y el ser rojo la envolvió en un fuego protector. "¡Esperanza, ven a mí!" Y el ser verde la hizo sentir más fuerte que nunca.

Juntos, levantaron sus manos hacia el monstruo. "¡Nosotros no tendremos miedo!"

El monstruo retrocedió ante la luz brillante generada por la unión de los sentimientos de Lis. "¿Qué es esto? ¡No puedo...!"

Con un fuerte destello, Lis liberó su energía emocional. "¡Adiós, tristeza! ¡Hola, felicidad!" Y el monstruo desapareció. La paz volvió al bosque.

Una vez derrotado, Lis se sintió ligera, alegre. "¡Lo hice! ¿Lo ven? ¡Pude transformar mis sentimientos!"

"Sí!", dijo Alegría. "¡Ahora eres una parte importante del bosque de Sentipaz! Recuerda que tus sentimientos son poderosos y válidos."

Lis sonrió por primera vez. "Gracias, amigos. Nunca más tendré miedo de mis emociones. Siempre serán una parte de mí."

Y así, Lis regresó al pueblo con un brillo nuevo en su mirada. Transformó su tristeza en fuerza, su frío en calidez y descubrió que los sentimientos, por más oscuros que sean, son los mejores amigos que podemos tener si aprendemos a escucharlos y abrazarlos. A partir de ese día, nadie volvió a pensar en Lis como la niña fría y triste; se convirtió en la luz que iluminaba a todos en Sentipaz.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!