Liseth y el Bosque Perdido



Liseth era una chica curiosa que siempre llevaba consigo un cuaderno mágico donde dibujaba todo lo que veía. Un día, decidió aventurarse a un bosque que estaba cerca de su casa, un lugar que nunca había explorado antes.

- ¡Hoy será un gran día! - exclamó ella mientras se ataba los cordones de sus zapatillas.

Liseth entró al bosque cantora como una pequeña ave. Las hojas brillaban bajo el sol y los pájaros cantaban melodías alegres. Pero a medida que avanzaba, un denso manto de árboles comenzó a cubrir el cielo y la luz se hacía cada vez más tenue.

- ¡Sólo un ratito más! - se dijo Liseth, mientras seguía adentrándose en el misterioso lugar.

Sin embargo, cuando se terminó de dar cuenta, se dio cuenta de que no sabía cómo volver. Las sombras de los árboles parecían moverse, y cada crujido le hacía sentir un poco más asustada.

- ¿Hola? - llamó, esperando escuchar la voz de algún amigo o familiar.

Fue entonces cuando escuchó un suave susurro.

- Hola, pequeña. ¿Estás perdida? - era un viejo búho con ojos grandes y sabios.

- Sí, me perdí, señor Búho. ¿Puede ayudarme? - preguntó Liseth.

- Por supuesto, pero primero debes aprender a observar a tu alrededor y a escuchar a la naturaleza. Cada sonido te dirá algo.

- ¿Pero cómo? - respondió Liseth, intrigada.

El búho le explicó que para volver a casa debía seguir su instinto y prestar atención a las señales del bosque. Así que juntos comenzaron la aventura.

- Escucha ese sonido del agua - dijo el búho. - Es un riachuelo. Si le sigues, podrías encontrar el camino a casa.

Liseth se concentró y, efectivamente, pudo oír el murmullo del agua. Siguiendo el sonido, avanzaron entre árboles y arbustos, encontrando en su camino pequeños animales y plantas que Liseth comenzó a dibujar en su cuaderno.

De repente, se encontraron con un montón de espinas.

- ¡No puedo! - gritó Liseth, sintiéndose frustrada.

- No te rindas. A veces, lo que parece difícil es solo un pequeño obstáculo. Usa tu mente.

- ¿Cómo? - Liseth sintió que una corriente de esperanza la recorría.

El búho le enseñó a pensar en soluciones. Juntas buscaron un camino alrededor de las espinas y, poco a poco, lograron sortearlas.

- ¡Lo hice! - exclamó Liseth emocionada.

- Sí, lo hiciste. Recuerda siempre que con esfuerzo y paciencia, puedes superar cualquier obstáculo - le dijo el búho, sonriendo.

Al caminar un poco más, escucharon un canto melodioso.

- ¿Qué es eso? - Liseth preguntó curiosa.

- Es el canto de las aves. Si están cantando alegremente, significa que estás cerca del final - respondió el búho.

Siguiendo el canto, llegaron a un claro donde la luz del sol iluminaba todo y vieron un grupo de aves volando hacia el este.

- ¡Allí está la salida! - gritó Liseth entusiasmada.

Corrieron hacia el claro, y pronto llegaron al borde del bosque. Liseth pudo ver su casa a lo lejos.

- ¡Lo logré! - gritó, llena de alegría.

- Sí, y todo fue gracias a que prestaste atención a tu entorno. Siempre recuerda el poder de la observación y la perseverancia - dijo el búho, antes de volar de vuelta al bosque.

Liseth, con un gran agradecimiento, prometió nunca olvidar la lección que había aprendido. Desde ese día, cada vez que sentía miedo o estaba en una situación difícil, se acordaba de su amigo el búho y se decía a sí misma:

- Con esfuerzo y atención, siempre puedo encontrar el camino de regreso.

Y así, Liseth siguió dibujando, explorando, y recordando que cada desafío es una oportunidad para crecer.

Cada aventura en su cuaderno mágico ahora llevaba una historia y una lección, brindándole siempre fuerza y valentía para enfrentar el mundo.

FIN.

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