Lita y el Tesoro de la Apreciación
Había una vez en una pequeña aldea, cerca de un frondoso bosque, una familia que tenía una hija llamada Lita. Lita era una niña muy peculiar; siempre deseaba lo que no tenía. Cuando jugaba con sus amigos, se daba cuenta de que querían sus juguetes, pero ella anhelaba los de ellos.
Un día, mientras Lita jugaba en el parque, vio a su amiga Sofía con un bello peluche que brillaba bajo el sol.
"¿Lo puedo probar, Sofía?" - preguntó Lita con ansias.
"Claro, Lita, pero tienes que devolverlo", respondió Sofía.
Lita tomó el peluche y sintió una punzada de envidia. Deseaba que ese adorable peluche fuera suyo. Al regresar a casa, se enfadó por no tener uno igual. A partir de ese momento, cada vez que se enojaba, cambiaba de color, como un camaleón.
Un día, mientras paseaba por el bosque, Lita escuchó un sonido extraño. Intrigada, se adentró entre los árboles y se encontró con un zorro que estaba intentando alcanzar unas hojas muy altas.
"¿Por qué estás intentando alcanzar esas hojas, pequeño zorro?" - le preguntó Lita.
"Son las más ricas de todo el bosque, pero no puedo llegar hasta ellas", respondió el zorro.
Lita pensó que, a veces, ella también deseaba cosas fuera de su alcance.
"Quizás podríamos ayudarnos mutuamente. Yo te puedo ayudar a conseguir esas hojas y tú podrías mostrarme algo especial en el bosque", le propuso Lita.
El zorro asintió con entusiasmo. Juntos empezaron a buscar un medio para que el zorro pudiera alcanzar las hojas. Lita tuvo una idea brillante.
"Podemos hacer una pequeña cadena humana; yo me sostengo de una rama y tú te sostienes de mí, ¡podremos llegar más alto!" - dijo Lita.
Y así, con su ingenio y trabajo en equipo, Lita y el zorro lograron alcanzar las hojas más gustosas.
"¡Lo logramos!" - gritaron emocionados.
Lita se sintió feliz, pero también se dio cuenta de algo importante.
"¡Qué lindo es ayudar a otros y compartir momentos!" - pensó para sí misma. Entonces, el zorro, agradecido, le mostró a Lita un sendero secreto que conducía a un claro lleno de flores brillantes.
Lita comprendió que el bosquecillo era un lugar lleno de bellezas que no necesitaba un juguete para disfrutar. Se sentó entre las flores y comenzó a jugar con su propia creatividad. Mientras hacía una corona de flores para su cabeza, la niña sonrió.
"Prometo que ya no me enfadaré más por lo que no tengo. Voy a valorar lo que sí tengo, aquí en el bosque, mi familia y mis amigos" - se dijo a sí misma.
Cuando regresó a casa, se dio cuenta de que había cambiado. Aunque aún admiraba lo que otros tenían, ahora apreciaba más lo suyo.
Al pasar los días, Lita mostró un nuevo enfoque ante la vida. Aprendió a compartir sus juguetes, a jugar con lo que tenía y, lo más importante, a ser agradecida.
Y cada vez que un nuevo deseo despertaba en ella, en lugar de enojarse y cambiar de color, tomaba un profundo respiro y decía:
"Estoy feliz con lo que tengo, y hoy quiero disfrutar de ello".
Lita descubrió que el verdadero tesoro no estaba en lo material, sino en la alegría de vivir, de ayudar, de compartir y de agradecer.
Y así, en esa pequeña aldea cerca del bosque, Lita dejó de ser solo una niña que deseaba lo que no tenía. Se convirtió en una amiga generosa, una hermana amorosa y una niña llena de colores y risas. Desde ese día, siempre hizo más amigos y vivió un sinfín de aventuras, porque valoraba lo que tenía y compartía su felicidad con el mundo.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.