Lita y la Aventura del Jardín Encantado
Era una hermosa mañana en el pequeño pueblo de Flores del Viento. Lita, una niña de ojos brillantes y una sonrisa que irradiaba felicidad, decidió que era un día perfecto para una nueva aventura. Como siempre, la acompañaba su mejor amigo, Ferruco, un perro leal con un corazón tan grande como su alegría.
"Ferruco, hoy vamos a explorar el Jardín Encantado que está detrás de la colina", dijo Lita emocionada, mientras saltaba de un lado al otro.
"Woof!" ladró Ferruco, moviendo su cola de un lado a otro, como si también estuviera entusiasmado por la aventura.
Juntos, caminaban felices hacia el jardín, cantando y riendo. Pero cuando llegaron, Lita se dio cuenta de que el jardín no era como había imaginado. Estaba lleno de flores de colores vibrantes, pero también había un aire de misterio.
"¿Y si hay criaturas mágicas aquí?" preguntó Lita, mirando hacia los arbustos.
Justo en ese momento, un pequeño gnomo con un sombrero de estrellas apareció entre las flores. Su nombre era Copito de Algodón, y era conocido por su amor por las travesuras y la diversión.
"Hola, Lita y Ferruco!" saludó Copito, sonriendo. "¿Quieren jugar un juego?"
"¡Sí!" exclamó Lita.
"El juego consiste en encontrar tres flores especiales que otorgan un deseo. Pero tengan cuidado, hay un pequeño misterio en el jardín que deben resolver primero", explicó el gnomo, con una chispa en sus ojos.
Lita y Ferruco se miraron llenos de entusiasmo.
"Vamos, Ferruco, ¡esto suena emocionante!", dijo Lita mientras se adentraban más en el jardín.
El primer obstáculo que encontraron era un charco de barro que parecía muy difícil de cruzar. Lita, recordando su amor por bailar, empezó a saltar de la manera más graciosa. Ferruco la siguió con sus saltos torpes. Ambos lograron atravesar el charco riendo.
"¡Lo logramos!", gritó Lita contenta.
Después de un rato, encontraron la primera flor especial: una hermosa margarita azul. La guardaron, pero de repente, escucharon un ruido extraño. Al girarse, se encontraron cara a cara con un pequeño conejo que estaba atrapado en unas ramas.
"¡Ayuda!" pidió el conejito.
Sin pensarlo, Lita corrió hacia él, con Ferruco detrás, y juntos comenzaron a liberar al conejo.
"¡Lo logramos!", exclamó Lita al abrazar al conejito.
El pequeño conejo, agradecido, les dijo:
"Gracias, amigos. Por su bondad, les daré una pista sobre las otras flores. Están escondidas donde el sol se oculta y los secretos se susurran", les dijo el conejo antes de escapar.
"¿Qué querrá decir con eso?", preguntó Lita, pensativa.
Siguiendo la pista, se dirigieron al lugar donde el sol empezaba a esconderse tras las montañas. Allí encontraron una hermosa flor amarilla, la segunda de las tres. De pronto, una sombra pasó volando sobre ellos. Al mirar hacia arriba, vieron a un grupo de aves conversando entre sí.
"¡Hola! Estas son nuestras flores! ¿Por qué las buscan?", preguntó una de las aves.
"Queremos cumplir nuestro deseo, pero necesitamos la última flor", dijo Lita.
"Debemos ver si son dignos", dijo la ave más anciana. Las aves les propusieron un acertijo. Lita y Ferruco pensaron juntos. Finalmente, después de varios intentos, lograron resolver el acertijo. Las aves, impresionadas por su trabajo en equipo, les entregaron la última flor, una flor roja vibrante.
"¡Lo logramos! Ahora tenemos las tres flores especiales!", gritó Lita.
"Woof!" ladró Ferruco, saltando de alegría.
Copito de Algodón apareció de nuevo.
"¡Increíble! ¡Han superado el misterio del Jardín Encantado! Ahora, ¿cuál será su deseo?"
Lita se pensó por un momento.
"Quiero que todas las criaturas del jardín vivan siempre felices y en armonía", respondió.
Un destello de luz iluminó el jardín y las flores brillaron aún más.
"Ese es un deseo hermoso, Lita", dijo Copito, mientras los demás habitantes del jardín celebraban con ellos.
Y así, Lita y Ferruco aprendieron que la verdadera magia se encuentra en la bondad de nuestros corazones. Desde ese día, el Jardín Encantado se volvió un lugar donde todos podían ser felices, gracias a la valentía y la bondad de una niña y su perro.
FIN.