Llara, Lola y el Gran Bosque



Era un hermoso día soleado y Llara, una niña de 3 años, decidió salir a pasear con su perrita Lola. La pequeña tenía una gran imaginación y le encantaba explorar el mundo a su alrededor. Justo al borde del bosque, Llara miró a Lola y le dijo:

"¡Vamos, Lola! ¡Hoy será un día de aventuras!"

Lola movió la cola con alegría, lista para seguir a su dueña.

Mientras caminaban, las hojas crujían bajo sus pies y los pájaros cantaban melodías. Llara se sentía feliz. Pero a medida que avanzaban, no se dieron cuenta de que se habían alejado cada vez más de casa.

"¿Dónde estamos, Lola?" - preguntó Llara, mirando a su alrededor, un poco confusa.

Lola ladró suavemente, como si intentara tranquilizarla.

Llara intentó recordar el camino, pero todos los árboles lucían iguales. De pronto, escucharon un crujido detrás de ellos. Un lobo grande y astuto apareció entre los arbustos.

"¡Mmm, una niña y una perrita! ¡Qué delicia!" - dijo el lobo, con una sonrisa siniestra.

Llara sintió un escalofrío recorrer su espalda y, abrazando fuertemente a Lola, dijo:

"¡No nos comes, señor lobo! ¡Nos tenemos que ir!"

El lobo rió y se acercó un poco más.

"¿Y cómo van a escapar de mí? Soy muy rápido y astuto, ¡no hay forma de que me puedan esquivar!" - dijo el lobo, mostrando sus dientes afilados.

Llara miró a Lola y recordó algo que su mamá siempre le decía:

"Los valientes no son aquellos que no tienen miedo, sino los que saben cómo enfrentarlo."

Así que, con un profundo suspiro, Llara decidió que era hora de ser valiente.

"¡Corre, Lola! ¡Sigamos el camino de flores!" - gritó, señalando un sendero lleno de coloridas flores silvestres.

Corrieron por el sendero mientras el lobo comenzaba a seguirlas. Pero Llara no se rindió.

"¡Mira, Lola! ¡Un árbol gigante! ¡Podemos escondernos allí!" - exclamó Llara, viendo un gran roble.

Ambas llegaron rápidamente al árbol y se acurrucaron entre sus raíces. El lobo se acercó, buscando por todas partes.

"¿Dónde se habrán metido?" - murmuró el lobo, un poco frustrado.

Mientras tanto, Llara tuvo una idea brillante. Empezó a hacer un suave sonido imitando a un pájaro:

"Pío, pío, pío..."

El lobo, curioso, se distraído por el sonido.

"¡Oh! Tal vez hay un delicioso pájaro por aquí. ¡Mejor voy a buscarlo!" - dijo el lobo, alejándose del árbol.

Llara miró a Lola con una sonrisa.

"¡Lo logramos, Lola! ¡Es hora de buscar el camino a casa!"

Ambas salieron de su escondite y comenzaron a explorar de nuevo. Esta vez, prestando mucha atención al sendero. Mientras caminaban, se encontraron con un grupo de ardillas que jugaban.

"¿Nos pueden ayudar, ardillas?" - preguntó Llara.

Las ardillas, muy amables, les sonrieron y respondieron:

"¡Claro! Sigan el camino de las flores hacia la colina, allí estarán más cerca de su casa."

"¡Gracias, amigos!" - exclamó Llara, dándole una palmadita a Lola.

Las ardillas se despidieron brincando entre las ramas. Llara y Lola siguieron el camino de flores, sintiéndose cada vez más alentadas.

Finalmente, llegaron a la colina y desde allí, Llara vio su casa al fondo.

"¡Mira, Lola! ¡Vemos nuestra casa!" - gritó con emoción.

Ambas corrieron alegremente hacia casa, olvidando ya al lobo y agradeciendo la valentía que habían tenido para enfrentar el miedo.

Cuando Llara entró a su hogar, su mamá estaba esperándola.

"¡Llara! ¡Estaba preocupada!"

"No te preocupes, mamá. ¡Lola y yo tuvimos una gran aventura!" - respondió Llara con una sonrisa grande mientras acariciaba a su perrita.

Y desde ese día, Llara aprendió que no importa cuán asustado te sientas, siempre hay una manera de superar los desafíos, con valentía y un poco de ayuda de los amigos.

Y así, Llara y Lola siguieron explorando, pero siempre regresaban a casa a tiempo, ya que sabían que no hay lugar como el hogar.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!