Lola Bosque y el Viaje al Corazón del Bosque



Lola era una pequeña ardilla curiosa que vivía en lo alto de un frondoso árbol del Bosque Susurro. Sus días estaban llenos de aventuras, juegos y risas junto a sus amigos: el conejo Tito, la tortuga Tula y la pequeña ave Lila. Sin embargo, había algo que a Lola la asustaba: el rincón más oscuro del bosque, donde se contaban leyendas de criaturas misteriosas y árboles que susurraban secretos.

Un día, mientras jugaban al escondite, Tito le dijo a Lola:

"¡Lola, te estoy viendo! Te escondiste detrás de ese gran roble."

"No! No estoy detrás del roble, estoy... ¡en otra parte!" intentó engañarlo, pero su voz temblaba un poco.

Lola no quería que sus amigos supieran que tenía miedo del rincón oscuro, así que decidió salir de su escondite y hacerle frente a su temor. Al caer la tarde, los amigos se reunieron.

"Chicos, ¿qué les parece si exploramos el rincón oscuro del bosque?" sugirió Tula.

"¡No!" exclamó Lola, sintiendo que su corazón se aceleraba.

"¿Por qué no?" preguntó Lila, curiosa.

"Es... es que..." tartamudeó Lola, "se dice que ahí hay criaturas raras."

Los amigos la miraron con interés.

"Pero nunca hemos visto nada raro", dijo Tito. "Tal vez sólo son… leyendas".

"Bueno, igual no me gusta la idea", insistió Lola, aunque en su interior una pequeña voz le decía que quizás, si lo intentaba, podría deshacerse de su miedo.

Finalmente, después de mucho pensarlo, decidió dar un paso valiente.

"Está bien, ¡vamos a explorarlo juntos!" dijo, con una voz temblorosa pero decidida.

Caminaron juntos hacia el rincón oscuro. Los árboles se volvían más densos, y el camino parecía más estrecho. Lola, aunque asustada, se sintió acompañada por sus amigos.

"¿Ves, Lola? ¡No hay nada de qué preocuparse!" dijo Tula, sonriendo mientras avanzaban.

"Sí, además estamos juntos, ¿verdad?" añadió Lila.

"¡Exacto!" lanzó Tito enérgico. "Juntos, nada puede asustarnos!"

Al llegar al rincón, todo estuvo en silencio. De repente, escucharon un ruido detrás de unos arbustos.

"¡Ay! ¿Qué fue eso?" gritó Lola, adhiriéndose al cuerpo de Tito.

"Tranquila, Lola, vamos a verlo juntos" dijo Tula, avanzando lenta y cautelosamente.

Se acercaron al arbusto y, con un golpe de brío, Tito lo movió y… ¡apareció un pequeño gato montés! Todos quedaron paralizados.

"¡Hola!" dijo el gato, moviendo su cola con curiosidad. "¿Qué hacen por aquí?"

"Creímos que había criaturas raras..." titubeó Lola, sintiendo que su miedo desaparecía poco a poco.

"Soy Tomás, y no soy tan raro. Solo soy un gato montés buscando amigos. Aquí en el rincón oscuro nadie viene a jugar".

Lola comprendió que su miedo era solo una ilusión.

"¿Quieres jugar con nosotros?" le preguntó Tula, interesada.

"¡Claro! Pero tendré que mostrarles algo primero," dijo Tomás, guiándolos.

Tomás los llevó a un claro iluminado por la luna, donde había flores que brillaban en la oscuridad y ardillas que danzaban entre los árboles.

"Pero... ¡esto es hermoso!" exclamó Lola, asombrada.

"Nunca me imaginé que pudiera haber algo así aquí" añadió Lila.

Juntos, jugaron, rieron y exploraron el claro hasta que la luna estaba en lo alto.

"Gracias, Tomás. Tuvo razón... ¡No hay que tenerle miedo a lo desconocido!" confesó Lola, sonriendo.

"Y superé mi miedo junto a mis amigos", dijo también.

"¡Eso es lo importante! Juntos, somos más fuertes!" dijo Tito.

Al regreso a casa, Lola se sintió más valiente que nunca. Había enfrentado su miedo, descubierto que lo desconocido no siempre es aterrador y que, en compañía, todo es posible.

Desde aquel día, Lola nunca volvió a tener miedo del rincón oscuro, e incluso frecuentemente lo visitaba junto a sus amigos, quienes ahora se consideraban una gran familia.

Finalmente, Lola entendió que cuando uno tiene miedo, lo mejor que se puede hacer es compartirlo con amigos, y así, juntos, superar cualquier temor que se les presente en el camino. Así, el Bosque Susurro se volvió un lugar aún más mágico para ellos.

FIN.

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