Lola, la abeja valiente


Había una vez en un hermoso jardín, una pequeña abeja llamada Lola. Lola era muy curiosa y siempre estaba buscando nuevas flores para recolectar néctar y polen.

Pero había algo que la hacía diferente a las demás abejas: no podía volar. Lola veía cómo todas sus amigas zumbaban de flor en flor, mientras ella se quedaba en el suelo mirándolas con envidia.

Estaba triste porque pensaba que nunca podría cumplir su sueño de ser una verdadera abeja voladora. Un día, mientras Lola caminaba por el jardín, encontró a Lucas, un saltamontes muy sabio. Lucas notó la tristeza en los ojos de Lola y se acercó para preguntarle qué le pasaba.

"Hola Lola, ¿por qué estás tan triste?"- preguntó Lucas. Lola suspiró y respondió: "¡Hola Lucas! Estoy triste porque no puedo volar como las demás abejas. Me siento diferente y me gustaría ser como ellas".

Lucas sonrió con ternura y le dijo: "Querida Lola, cada uno de nosotros tiene habilidades especiales que nos hacen únicos. No importa si puedes volar o no, lo importante es encontrar lo que te hace feliz y aprovecharlo al máximo".

Lola se sintió un poco mejor después de escuchar las palabras de Lucas. Decidió seguir explorando el jardín en busca de algo que pudiera hacer sin necesidad de volar. Un día, mientras recorría el jardín con sus patitas, Lola vio a Martina, una mariquita muy simpática.

"Hola Martina, ¿qué estás haciendo?"- preguntó Lola. Martina respondió: "Estoy buscando hojas para comer. Soy una experta en encontrar las más sabrosas y frescas".

Lola se quedó pensativa por un momento y luego dijo: "¡Eso es! Yo también puedo buscar hojas deliciosas. Aunque no pueda volar, puedo ser la mejor recolectora de hojas del jardín". Desde ese día, Lola se convirtió en la abeja recolectora de hojas más talentosa que jamás haya existido.

Recorría el jardín de punta a punta, encontrando las hojas más suculentas y llevándolas al panal. Las demás abejas comenzaron a admirarla por su habilidad única y pronto se dieron cuenta de que cada uno tiene algo especial para contribuir al bienestar de todos.

Lola aprendió que no importa si no podía volar como sus amigas, lo importante era encontrar su propio camino y aprovechar al máximo sus habilidades únicas.

Y así, Lola vivió feliz en el jardín, rodeada de amigos que valoraban su esfuerzo y dedicación. Y aunque nunca pudo volar, siempre supo que era una abeja muy especial. La moraleja de esta historia es que todos tenemos habilidades especiales y únicas.

No debemos compararnos con los demás ni sentirnos mal si somos diferentes. Encontrar lo que nos hace felices y aprovecharlo al máximo es lo verdaderamente importante.

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