Lola, la estrella del flamenco


ña tejida entre dos naranjos. Su telaraña brillaba con destellos de colores al sol, como si estuviera decorada con luces de fiesta.

Lola no era una araña común y corriente; tenía un talento especial que la hacía única en todo el campo andaluz: ¡Lola sabía bailar flamenco! Un día, mientras Lola practicaba sus pasos de baile sobre su telaraña, escuchó una música muy alegre que venía de lejos.

Era el sonido de unas palmas y una guitarra flamenca que la invitaban a unirse al ritmo. Curiosa y emocionada, Lola decidió seguir el sonido hasta llegar a un patio cercano donde se estaba celebrando una fiesta flamenca.

Al llegar al patio, Lola vio a un grupo de animales bailando flamenco: había un toro bravo zapateando con fuerza, un caballo elegante moviéndose con gracia y hasta un loro colorido marcando el compás con su pico.

Todos aplaudieron cuando vieron a Lola acercarse, sorprendidos por ver a una arañita bailarina. "¡Bienvenida, amiga arañita! ¿Te gustaría demostrar tus habilidades en nuestro tablao flamenco?"- preguntó el toro bravo con simpatía. Lola asintió emocionada y subió al pequeño escenario improvisado.

Al compás del taconeo del toro bravo, empezó a moverse con agilidad sobre su telaraña, creando figuras y formas únicas con sus patitas delicadas. Su baile era tan hermoso y sincronizado que todos los animales presentes quedaron maravillados.

"¡Increíble! ¡Eres la mejor bailarina que hemos visto!"- exclamó el caballo elegante, mientras los demás asentían emocionados. Desde ese día, Lola se convirtió en la estrella indiscutible de las fiestas flamencas del campo andaluz.

Su telaraña se transformó en el escenario perfecto para sus espectáculos llenos de magia y alegría. Los animales disfrutaban cada vez que Lola comenzaba a bailar, contagiándose de su pasión por el flamenco.

Con el tiempo, la fama de Lola traspasó las fronteras del campo andaluz y llegó a oídos de otros lugares lejanos. Incluso algunos humanos curiosos se acercaban para verla bailar bajo la luz de la luna. Pero para Lola, lo más importante seguía siendo compartir su arte y alegría con sus amigos del campo andaluz.

Y así fue como la arañita andaluza llamada Lola demostró al mundo entero que no importa lo pequeño que seas ni dónde vivas; siempre puedes brillar con luz propia si sigues tu pasión y compartes tu talento con los demás.

Y es que en cada rincón especial como el campo andaluz puede haber una estrella lista para brillar en medio del cielo nocturno lleno de sueños flamencos.

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