Lola, la lombriz intrépida
Había una vez en el jardín de la casa de Tomás, un pequeño niño muy curioso y amante de los animales.
Un día, mientras jugaba en el césped, descubrió a una lombriz llamada Lola que parecía estar un poco triste. Tomás se acercó y le preguntó: "¿Qué te pasa, Lola? ¿Por qué estás tan triste?"Lola suspiró y respondió: "Es que he perdido uno de mis dientes. Me siento incompleta y no sé cómo voy a seguir comiendo".
Tomás se puso pensativo por un momento, pero luego sonrió con entusiasmo. "No te preocupes, Lola", dijo. "¡Tengo una idea! Vamos a buscar al señor Búho sabio del bosque. Seguro que él nos puede ayudar".
Lola asintió emocionada y juntos emprendieron el camino hacia el bosque. Después de caminar un buen rato, finalmente encontraron al señor Búho sabio posado en una rama. "Señor Búho sabio", comenzó Tomás con respeto, "esta es Lola, la lombriz.
Ha perdido uno de sus dientes y está muy triste porque no sabe cómo va a comer ahora". El señor Búho sabio bajó su mirada hacia Lola y sonrió amablemente.
"Querida Lola", dijo con voz serena, "no debes preocuparte por eso. Los dientes son importantes para algunos animales como nosotros los búhos o los leones, pero para las lombrices como tú no lo son tanto". Lola levantó su cabeza sorprendida.
"¿De verdad, señor Búho sabio? ¿No necesito mis dientes para comer?"El búho asintió y explicó: "Las lombrices tienen un tubo digestivo muy largo que les permite descomponer los alimentos en pequeñas partículas y así pueden absorberlos directamente a través de su piel.
No necesitan masticar como nosotros". Lola se sintió aliviada al escuchar eso y comenzó a sonreír tímidamente.
"¡Qué maravilloso! ¡Ahora puedo seguir comiendo sin problemas!"Tomás también estaba feliz por Lola y dijo: "Además, Lola, aunque hayas perdido un diente, sigues siendo una lombriz especial y valiosa. Eres importante para el ecosistema del jardín porque ayudas a mantener la tierra sana". Lola se sintió reconfortada por las palabras de Tomás y del señor Búho sabio.
A partir de ese día, continuó con su vida normal en el jardín, pero ahora con una nueva confianza. Con el tiempo, Lola se dio cuenta de que no importaba si tenía todos sus dientes o no.
Lo que realmente importaba era lo que llevaba dentro: su valentía, amabilidad y su capacidad para ayudar a otros animales. Desde entonces, Lola se convirtió en la lombriz más querida del jardín.
Los demás animales siempre acudían a ella en busca de consejos sobre cómo cuidar la tierra y vivir en armonía. Y así fue como Lola aprendió que ser diferente no era algo malo, sino todo lo contrario.
Su pérdida dental le enseñó una valiosa lección sobre aceptarse a uno mismo y encontrar el verdadero valor en lo que somos.
Y así, la historia de Lola se convirtió en una inspiración para todos los animales del jardín y para Tomás, quien aprendió que no hay nada más valioso que la amistad y el respeto hacia los demás seres vivos.
FIN.