Lola, la Vaca de Jugo de Frutilla
Había una vez, en una granja muy divertida, una vaca llamada Lola. Lola no era una vaca cualquiera; en lugar de dar leche, una maravillosa mañana se dio cuenta de que podía hacer algo extraordinario: ¡daba jugo de frutilla!
Lola tenía un estilo muy particular. Siempre llevaba unos lentes de sol enormes, que la hacían lucir como una estrella de cine. Le encantaba hacer reír a todos en la granja con sus ocurrencias y su personalidad chispeante. Los animales de la granja la adoraban.
Un día, mientras Lola tomaba el sol con sus lentes de sol, se le acercó Pedro, el gallo, que tenía una gran preocupación.
"Lola, ¡tenés que ayudarme!" - gritó Pedro, un poco agitado.
"¿Qué te pasa, amigo?" - le respondió Lola, ajustándose sus gafas.
"Es que la feria del pueblo se acerca y todos están preocupados porque nadie quiere comprar leche este año. ¡Están pensando en cancelar el evento!" - dijo Pedro, con su pluma temblando de ansiedad.
"¿Y no se les ocurrió que podríamos ofrecer jugo de frutilla en vez de leche?" - sugirió Lola con una sonrisa.
"Pero, Lola, ¡nunca han tenido jugo de frutilla en la feria! No hay manera de que funcione" - replicó Pedro, llenándose de dudas.
"Pero yo soy la primera vaca en el mundo que da jugo de frutilla. ¡Vamos a inventar algo grandioso!" - exclamó Lola, llena de entusiasmo.
Esa misma tarde, Lola se reunió con todos los animales de la granja. Les propuso organizar un puesto en la feria y vender su jugo de frutilla.
"Imaginen, amigos: jugo fresquito y dulce para todos, ¡y todo gracias a mí!" - dijo mientras giraba sobre sí misma y movía su cola. Todos comenzaron a reírse, pero al instante se dieron cuenta de que Lola tenía una gran idea.
A medida que se acercaba la feria, los animales comenzaron a trabajar. Cada uno tenía un rol especial. Las gallinas se encargaron de hacer carteles coloridos, el burro, con su gran fuerza, ayudó a llevar las cajas, y hasta el pato intentó hacer algo parecido a una danza para atraer clientes. Todo el mundo estaba emocionado.
Finalmente, llegó el gran día de la feria. El clima era perfecto y el pueblo estaba lleno de gente. Los animales de la granja montaron su puesto, decorado con hermosos globos y banderitas. Lola, con sus inconfundibles lentes de sol, se preparó para sorprender a todos.
"¡Vengan, vengan! ¡Prueben el mejor jugo de frutilla del mundo!" - llamó Lola, mientras sus amigos la apoyaban.
Los habitantes del pueblo no podían creerlo. Nunca habían probado un jugo tan delicioso.
"¡Esto es increíble!" - exclamó una niña con una gran sonrisa.
"¡Sí! ¡Me encanta! Diferente al azúcar de la leche!" - gritaron otros de los niños, riendo y jugando alrededor de la vaca que hacía reír a todos.
Pero entonces, ocurrió algo inesperado. Justo cuando todo parecía ir bien, apareció un gran oso del monte que parecía interesado en el jugo.
"¿Qué es eso que huele tan rico?" - preguntó el oso, acercándose a la mesa.
"Es jugo de frutilla de la increíble vaca Lola," - respondió Pedro, con voz temblorosa.
Los animales no sabían qué hacer. Lola, con su humor y valentía, se acercó al oso.
"¿Querés probar nuestro jugo, amigo oso? Es el mejor del mundo. Te hará bailar de alegría" - le dijo Lola, sonriendo y guiñándole un ojo.
El oso se detuvo un momento, sorprendido por la actitud de Lola. Fue entonces cuando todos los animales comenzaron a bailar y cantar una canción sobre las frutillas, llenando el aire de felicidad. El oso, divertido por la situación, no pudo resistirse y empezó a moverse al ritmo de la melodía.
"¡Este jugo es delicioso!" - rugió el oso, mientras todos aplaudían.
Desde ese día, Lola se convirtió en la atracción de la feria y el oso se hizo su amigo. Juntos, contagiaron a todos con su energía y risa. Nunca más se pensó en cancelar la feria, ya que la vaca que daba jugo de frutilla había traído alegría a la granja y al pueblo.
Lola no solo se volvió famosa, sino que enseñó a todos que lo diferente puede ser tan especial y divertido como lo que conocemos. La granja, que antes era común, ahora era un lugar lleno de colores, risas y jugo de frutilla, gracias a la vaca más chistosa y singular de todas.
"¡No me puedo sacar los lentes de sol!" - decía Lola riendo a carcajadas.
"Porque todos los días con un poco de humor y creatividad son un universo de posibilidades" - concluyó, guiñándoles a sus amigos.
Y así, Lola y sus amigos vivieron felices riendo y creando nuevos sabores en su mágica granja de jugo de frutilla.
FIN.