Lola y el amor sin fronteras


Había una vez en un hermoso pueblo rodeado de montañas y ríos, una niña llamada Lola.

Ella era conocida por su gran corazón y su amor incondicional hacia todo lo que la rodeaba: su familia, los animales, la naturaleza y sobre todo, a sí misma. Un día, mientras paseaba por el bosque cercano a su casa, Lola encontró a un pequeño zorrito herido. El animalito estaba asustado y no podía moverse.

Sin dudarlo, Lola lo tomó en sus brazos con cuidado y decidió llevarlo a su casa para curarlo. Al llegar a su hogar, Lola limpió la herida del zorrito y le dio de comer.

Pasaron los días y el zorrito se recuperaba gracias al amoroso cuidado de Lola. Juntos se volvieron inseparables, explorando juntos el bosque y disfrutando de la compañía mutua. Un día, mientras caminaban cerca del río, escucharon un llanto desgarrador.

Se acercaron rápidamente y descubrieron que era un pajarito atrapado entre las ramas de un árbol que había caído durante una tormenta. Sin pensarlo dos veces, Lola trepó con valentía hasta donde estaba el pajarito y lo liberó con mucho cuidado.

El pajarito agitó sus alas con fuerza y comenzó a volar libremente por el cielo azul. Desde ese día, el pajarito se convirtió en amigo inseparable de Lola y el zorrito.

Un domingo por la mañana, mientras jugaban en el jardín de casa, llegó un anciano desconocido buscando refugio. Estaba cansado y hambriento. Sin dudarlo ni un segundo, Lola invitó al anciano a pasar e incluso compartió su comida con él.

El anciano le contó historias maravillosas sobre la importancia del amor supremo hacia todos los seres vivos en el mundo. Le enseñó que cuando amamos verdaderamente a nuestra familia, a los animales, a la naturaleza e incluso a nosotros mismos; estamos demostrando nuestro amor hacia Dios y toda Su creación.

Lola comprendió entonces que el verdadero amor es desinteresado e infinito como el universo mismo. Aprendió que cada ser vivo merece respeto y compasión; desde la hormiga más pequeña hasta las estrellas más brillantes en el cielo.

Desde ese día en adelante, Lola siguió siendo conocida en todo el pueblo como "La niña del corazón gigante", porque ella sabía que cuando amamos sinceramente todo lo que nos rodea; estamos contribuyendo positivamente al equilibrio del mundo entero.

Y así fue como Lola vivió feliz para siempre junto al zorrito juguetón, al pajarito cantarín y al anciano sabio; demostrando cada día que el verdadero poder reside en amar sin límites ni condiciones.

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