Lola y el baile de las mariposas


Lola era una niña muy especial. Le encantaba recorrer los campos, observar las plantas y los animales, y aprender sobre el ciclo de la naturaleza.

Un día, mientras paseaba por el jardín de su abuela, vio algo que la dejó boquiabierta: una crisálida. - ¡Abuela, abuela! ¡Mira lo que encontré! - exclamó Lola emocionada. - Es una crisálida, Lola. Ahí dentro está a punto de nacer una mariposa - explicó la abuela con una sonrisa.

- ¿De verdad? ¡Eso es asombroso! - respondió Lola, sorprendida. Todos los días, Lola visitaba la crisálida para ver si la mariposa había salido, pero pasaban los días y nada sucedía.

Después de una semana, la crisálida se abrió lentamente y una hermosa mariposa emergió. - ¡Es hermosa! - exclamó Lola maravillada. Pero la mariposa no podía volar. Sus alas estaban deformes y no podía desplegarlas correctamente. Lola se entristeció al ver a la mariposa luchar por volar.

- Abuela, ¿por qué no puede volar? - preguntó Lola con tristeza. - A veces, las mariposas tienen dificultades para volar cuando pasan mucho tiempo en la crisálida. Necesitan tiempo y paciencia para fortalecer sus alas y adaptarse al cambio - explicó la abuela.

- ¿Y qué puedo hacer para ayudarla? - cuestionó Lola, determinada. Con el consejo de su abuela, Lola cuidó de la mariposa, dándole espacio, comida y apoyo. Con el tiempo, la mariposa comenzó a fortalecer sus alas, desplegándolas poco a poco.

Un día, finalmente, la mariposa revoloteó con gracia y se elevó en el aire. - ¡Mira, abuela, está volando! - gritó Lola, emocionada. La abuela sonrió con orgullo. - Es gracias a tu paciencia y dedicación, Lola.

Has ayudado a la mariposa a adaptarse y a superar su resistencia al cambio.

- Y tú me ayudaste a comprender que el cambio puede traer cosas increíbles si tenemos paciencia y estamos abiertos a él - concluyó Lola, con una sonrisa en el rostro.

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