Lola y el Corral de Colores


En lo profundo de una hermosa granja en el campo argentino, vivía un corral lleno de ovejas. Todas ellas eran blancas y esponjosas, excepto una pequeña ovejita que se llamaba Lola.

Lola era especial, su pelaje era marrón y le encantaba explorar cada rincón de la granja.

Un día soleado, mientras las ovejas pastaban en el prado verde, Lola se acercó a sus amigas blancas y les preguntó: "¿Por qué soy diferente? ¿Por qué no tengo el mismo color que ustedes?"Las otras ovejitas se miraron unas a otras con curiosidad y luego balaban en respuesta: "-No importa tu color, Lola. Eres nuestra amiga y eso es lo más importante.

"Pero por dentro, Lola todavía sentía tristeza porque pensaba que no encajaba con las demás ovejas. Decidió buscar respuestas fuera del corral y comenzó su aventura hacia el bosque cercano. Mientras caminaba entre los árboles altos, encontró a don Búho sabio posado en una rama.

Don Búho tenía unos enormes ojos brillantes y sabía muchas cosas sobre la naturaleza. "-Buen día, don Búho", saludó Lola tímidamente. "-Tengo una pregunta para usted.

"Don Búho giró su cabeza hacia ella y respondió: "-Dime tu pregunta querida Lola". Lola contó cómo se sentía triste por ser diferente al resto de las ovejas blancas del corral. Quería saber si había algo malo con ella.

Don Búho sonrió gentilmente y le dijo: "-Lola, no hay nada malo en ser diferente. La diversidad es lo que hace al mundo tan hermoso y emocionante. Cada uno de nosotros tiene algo especial que nos hace únicos".

Animada por las palabras del sabio búho, Lola regresó al corral con una nueva perspectiva. Se acercó a sus amigas ovejas blancas y les dijo: "-Chicas, he aprendido algo muy importante. No importa el color de nuestro pelaje, lo que realmente importa es cómo nos tratamos unos a otros.

"Las otras ovejitas la miraron sorprendidas pero luego sonrieron y asintieron con la cabeza. A partir de ese día, todas las ovejas se aceptaron mutuamente tal como eran.

Unos meses después, llegó un nuevo habitante a la granja: era un corderito pequeño con manchas marrones igualitas a Lola. Las demás ovejas estaban fascinadas con él y le dieron la bienvenida sin hacerle sentir diferente.

Lola se acercó al nuevo corderito y le dijo felizmente: "-¡Hola! Me llamo Lola y soy tu amiga aunque tengamos colores diferentes". El corderito sonrió ampliamente y respondió: "-Yo también me llamo Lola". Desde ese momento, las dos Lolas se convirtieron en grandes amigas inseparables.

Y así, en aquel corral lleno de amor y aceptación, todas las ovejas aprendieron una valiosa lección: no importa nuestro aspecto exterior, todos somos especiales a nuestra manera única.

Desde entonces, cada vez que alguien visitaba la granja comentaba sobre la hermosa diversidad del corral de ovejas y cómo Lola había enseñado a todos la importancia de aceptar y valorar las diferencias. Y así, la granja se llenó de alegría y armonía, gracias a una pequeña ovejita llamada Lola que encontró su lugar en el mundo siendo ella misma.

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