Lola y el duelo en el campo de fútbol



Había una vez una perra llamada Lola, que era toda negra excepto por una mancha blanca en forma de ángel en su pecho. Lola tenía un superpoder especial: podía volar con sus orejas.

Sí, así es, ¡volar! Un día soleado, mientras jugaba en el parque con su dueño, la pelota se fue rodando hasta llegar a un campo de fútbol cercano.

Sin pensarlo dos veces, Lola corrió tras ella y entró al campo sin darse cuenta de que la puerta se cerraba detrás de ella. -¡Oh no! ¿Cómo voy a salir ahora? -se preguntó Lola preocupada. Decidió explorar el campo para encontrar una salida.

Mientras caminaba por el césped verde y admiraba las gradas llenas de gente emocionada, vio algo moverse entre los arbustos del fondo del campo. Curiosa como era, Lola voló hacia allí y descubrió a un malvado gato llamado Matías. -¿Qué haces aquí? -preguntó Matías con una sonrisa maliciosa-.

Este es mi territorio y no te dejaré ir tan fácilmente. Lola sabía que debía encontrar una manera de vencer a ese gato si quería salir del campo.

Decidió usar su poder especial y volar alto para tener una mejor vista del lugar. Desde arriba pudo ver un pequeño estanque al otro lado del campo. Sabiendo que los gatos no les gusta el agua, tuvo la idea perfecta para derrotar a Matías.

Bajó rápidamente hacia él y le dijo:-Matías, si me das permiso para salir del campo sin lastimarme, prometo que nunca volveré a entrar en tu territorio. Matías, confiado en su superioridad, aceptó el trato y abrió la puerta del campo.

Pero justo cuando Lola estaba por salir, Matías cambió de opinión y saltó sobre ella. Lola no se rindió. Usando sus poderosas orejas para volar hacia arriba una vez más, atrapó a Matías entre sus patas y lo llevó volando hasta el estanque.

-¡No! ¡No me tires al agua! -gritaba Matías asustado. Pero ya era tarde. Lola soltó a Matías en el estanque y observó cómo salía corriendo empapado y asustado. Finalmente, Lola pudo salir del campo de fútbol.

Desde ese día, Lola aprendió que siempre debemos ser valientes y enfrentar nuestros miedos, incluso si parecen más grandes que nosotros. Además, entendió la importancia de resolver los conflictos pacíficamente en lugar de recurrir a la violencia.

Lola regresó con su dueño lleno de alegría y le contó todas las aventuras que había vivido ese día. Juntos disfrutaron del resto de la tarde jugando en el parque mientras Lola se sentía orgullosa de ser una perra superhéroe capaz de volar con sus orejas.

Y así fue como Lola demostró que no importa cuán pequeños o grandes seamos, todos podemos encontrar nuestras propias formas únicas de enfrentar los desafíos que se nos presenten.

FIN.

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