Lola y el Fantasma del Campo
En un pequeño pueblo rodeado de verdes campos y colinas, vivía una nena llamada Lola. A Lola le encantaba explorar la naturaleza, recoger flores y observar a los animales. Un día, mientras paseaba por el campo, encontró una antigua cabaña cubierta de hiedra.
"¿Qué será esto?" -se preguntó Lola, curiosa y emocionada.
Se acercó a la cabaña y al empujar la puerta, se dio cuenta de que estaba muy crujiente. Al entrar, todo estaba cubierto de polvo y parecía que no nadie había estado allí en años. Sin embargo, fue justo en ese momento cuando escuchó una voz suave pero temblorosa.
"Hola, ¿hay alguien ahí?" -dijo la voz.
Lola dio un salto y se giró rápidamente. Delante de ella apareció un fantasma un poco traslúcido, la mirada triste y una pequeña sonrisa en su rostro.
"No tengas miedo, soy Frido, el fantasma del campo" -dijo el fantasma.
Lola, un poco asustada pero muy curiosa, respondió:
"¿Por qué estás aquí solo?"
Frido suspiró y explicó:
"He estado aquí mucho tiempo. Antes era un guardián de estos campos, pero cuando mi tiempo se acabó, no pude irme. Extraño jugar con los niños, ver cómo disfrutaban de la naturaleza."
Lola sintió compasión por Frido.
"¿Y qué puedo hacer yo para ayudarte?"
Frido se iluminó.
"Me encantaría que me contaras sobre todo lo que han terminado descubriendo los niños del pueblo sobre el campo. Cada historia que cuentes puede ayudarme a recordar mis días felices."
Entusiasmada, Lola comenzó a relatarle todo sobre las mariposas que había visto, las aventuras con sus amigos y los juegos en los que participaban. Cada historia hacía que el rostro de Frido brillara un poco más.
Un día, mientras paseaban juntos por el campo, Lola notó que Frido estaba más difuso de lo normal.
"Frido, ¿te sientes bien?"
"Creo que estoy recordando cada vez más. A veces me siento más fuerte, como si el campo me estuviera recordando también. Pero..." -pausó Frido, preocupado"No puedo quedarme aquí por siempre. El ciclo de la vida debe continuar, y yo tengo que irme."
Lola sintió un nudo en la garganta.
"Pero te necesitamos aquí, Frido. Hay tanto por mostrarte"
"No te preocupes, Lola. Si sigo descubriendo las maravillas del campo a través de tus ojos, y tú compartís todo con los demás, parte de mí quedará siempre en ti y en los niños que vengan después."
Decidida a ayudar a su amigo, Lola organizó una excursión con todos los chicos del pueblo. Esa tarde, mientras recorrían el campo y escuchaban las historias de Frido, lo sintieron cada vez más presente. Un pequeño atardecer llegó y todo se volvió dorado y resplandeciente.
"Miren a su alrededor. Esta belleza también soy yo. Y siempre estaré con ustedes, en cada sonrisa, cada aventura y cada risita" -dijo Frido, su voz resonando como un eco entre los árboles.
Finalmente, llegó el momento de decir adiós.
"No llores, Lola. Siempre estaré en sus corazones. Y cada vez que uno de ustedes cuente una historia sobre esta tierra, será como si estuviera aquí mismo disfrutando con ustedes. Recuerden cuidar de este lugar."
Con ese mensaje, el fantasma se desvaneció lentamente, pero no se sentía tristeza. En cambio, el campo parecía brillar con una nueva luz, una luz que llevaba consigo las risas, las historias, y el espíritu de Frido, entrelazado en cada hoja, cada flor y cada rincón.
Desde ese día, Lola y sus amigos jugaron con más alegría, cuidando del campo y contando nuevas historias. Lola comprendió que, aunque algunos se despidan, siempre pueden vivir en los recuerdos, haciendo que la naturaleza y las historias cobren vida siempre que uno las comparta.
Y así, cada vez que un niño cuenta una historia sobre el campo, una chispa de Frido aparece en cada corazón que escucha, un recordatorio de que siempre debemos cuidar y celebrar la naturaleza.
FIN.