Lola y el hechizo del miedo



En un pequeño pueblo lleno de colores y alegría, vivía una niña llamada Lola. Era una niña curiosa y valiente, conocida por todos por su amor a la magia. Sus días estaban repletos de fantasías, de risas y, sobre todo, de cuentos mágicos. Pero había algo que la inquietaba: algunos hechizos la hacían sentir un gran temor.

Una tarde, mientras jugaba en el jardín de su abuela, escuchó una historia sobre un hechizo que otorgaba una increíble fuerza para enfrentar los miedos más grandes.

"Abuela, ¿es cierto que hay un hechizo para ser valiente?" -preguntó Lola, sus ojos brillando de curiosidad.

"Claro, querida. Pero no es un hechizo fácil de realizar. Primero debes reconocer tus miedos y enfrentarlos" -le dijo su abuela con una sonrisa.

Lola decidió que quería intentar realizar ese hechizo. Hacía tiempo que evitaba el bosque al final del pueblo, pues decía que estaba lleno de sombras y sonidos extraños que le causaban pavor. Sin embargo, en su corazón, sabía que debía enfrentarse a su miedo.

Al día siguiente, con el sol brillando y un viento suave, Lola se adentró en el bosque. El canto de los pájaros la acompañaba, pero mientras más se adentraba, más grandes se volvían sus temores. El ruido de las ramas y el susurro del viento parecían burlarse de ella.

"No, no puedo. ¡Esto es demasiado!" -exclamó Lola, sintiendo cómo le temblaban las piernas.

Decidida a no rendirse, cerró los ojos y recordó lo que su abuela le había dicho. En su mente, visualizó un gran dragón de colores que representaba su miedo.

"Voy a enfrentarme a ti, dragón. Yo soy más fuerte que tú" -dijo con firmeza.

Al abrir los ojos, Lola se dio cuenta de que el dragón no era un monstruo aterrador, sino una criatura bondadosa que sólo quería jugar.

"¿Por qué le temes a mi risa?" -dijo el dragón, soltando un resoplido que dio paso a un arcoíris.

Lola se sintió aliviada.

"No soy valiente, me asustaba tu tamaño y tus rugidos" -confesó.

"Los miedos no son más que sombras que se desvanecen con la luz de la comprensión. Vamos, ¡juguemos!" -invitó el dragón.

Inmediatamente, comenzaron a jugar en el claro, saltando sobre los árboles y corriendo por la hierba. En cada risa, la magia del bosque cobraba vida y los temores de Lola se hacían más pequeños.

Cuando el sol comenzó a esconderse, el dragón le dijo:

"Lola, has vencido a tu miedo. Recuerda que la valentía no es la ausencia de miedo, sino la capacidad de seguir adelante a pesar de él."

Con una sonrisa iluminada en su rostro, Lola regresó a su casa, sintiendo una alegría que nunca antes había experimentado.

Al llegar, se abrazó a su abuela y le contó todo lo que había vivido.

"Lo logré, abuela. ¡Ya no le tengo miedo al bosque!"

"Te lo dije, querida, a veces debemos mirar de frente a nuestros miedos para descubrir que no son tan aterradores como parecen."

A partir de ese día, Lola no solo creyó en la magia, sino que también comprendió que ser valiente es un hechizo que se lleva dentro.

Y así, el miedo dejó de ser un monstruo y se transformó en un amigo con el que podía jugar. Cada día se aventuraba más en el bosque, y con cada paso, cada risita, su valentía crecía como si de un hechizo se tratara.

A veces, uno solo necesita un poco de magia y un dragón amistoso para recordarle que la verdadera magia está en el valor de enfrentar lo desconocido.

FIN.

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