Lola y el Helado Perdido


Había una vez en un tranquilo pueblo una niña llamada Lola, conocida por todos como "La Niña Presumida". Siempre llevaba los vestidos más bonitos y los lazos más grandes en su cabello rubio.

A pesar de su apariencia encantadora, Lola tenía un secreto: le encantaban los helados. Un caluroso día de verano, mientras paseaba por la plaza del pueblo, vio al señor Benito con su carrito de helados.

El delicioso aroma la atrajo y no pudo resistirse a acercarse. "¡Señor Benito! ¡Qué sorpresa verte aquí hoy! ¿Puedo pedir un helado de chocolate, por favor?" -dijo Lola con una sonrisa encantadora.

El señor Benito le sirvió el helado con una amable sonrisa, pero antes de que pudiera sacar dinero para pagarlo, Lola salió corriendo sin mirar atrás. Robó el helado sin pensarlo dos veces. Lola se sentía emocionada por haber conseguido su anhelado premio sin tener que gastar nada.

Pero conforme daba cada lamido al helado, empezó a sentirse incómoda. Una sensación de culpa crecía en su pecho y la hacía sentirse mal consigo misma. Esa noche, mientras miraba las estrellas desde su ventana, Lola reflexionaba sobre lo ocurrido.

Sabía que había hecho algo mal y eso no le permitía conciliar el sueño. Decidió que al día siguiente debía hacer algo al respecto. A la mañana siguiente, Lola se dirigió hacia la plaza donde siempre estaba el carrito de helados.

Al llegar allí, buscó al señor Benito entre las personas y finalmente lo encontró limpiando su carrito. "Señor Benito... Yo... yo tengo algo que decirle. " -dijo Lola tímidamente.

El señor Benito levantó la mirada y reconoció a La Niña Presumida al instante. Con curiosidad esperaba escuchar lo que ella tenía para decirle. "Ayer... Ayer le robé un helado sin pagar... " -confesó Lola con los ojos llenos de lágrimas-. "Lo siento mucho.

Fue un error terrible. "El señor Benito escuchaba atentamente las disculpas sinceras de Lola y pudo ver el remordimiento en sus ojos. Con una sonrisa comprensiva extendió su mano hacia ella. "Gracias por decirme la verdad, querida Lola.

" -respondió el señor Benito-. "Todos cometemos errores alguna vez en la vida. Lo importante es reconocerlos y aprender de ellos.

"Lola asintió con gratitud y sacó unos billetes arrugados de su bolsillo para pagarle al señor Benito por el helado robado junto con una generosa propina como disculpa adicional. Desde ese día en adelante, La Niña Presumida aprendió una valiosa lección sobre honestidad y responsabilidad gracias a aquella travesura con el helado robado.

Se convirtió en un ejemplo para todos en el pueblo demostrando que incluso aquellos considerados presumidos pueden cambiar para mejor cuando reconocen sus errores y buscan redimirse siendo mejores personas cada día.

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