Lola y el Torbellino



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Brisitas, una niña llamada Lola. Era curiosa, valiente y siempre soñaba con grandes aventuras. Lola se pasaba horas mirando las nubes desde su ventana, imaginándose cómo sería volar por el cielo como los pájaros que tantas veces observaba.

Un día, mientras jugaba en su jardín, notó que el viento empezaba a soplar más fuerte de lo habitual. Las hojas de los árboles giraban en círculos y el cielo se oscurecía lentamente.

"¿Qué raro está todo hoy?" pensó Lola.

"¡Mamá! ¡Mira cómo sopla el viento!" exclamó, emocionada.

"Es solo una tormenta, Lola. ¡Ve dentro!" contestó su madre, preocupada por las nubes amenazantes.

Pero Lola no quería entrar. Estaba fascinada, así que decidió salir y observar mejor. De repente, un gran torbellino formándose delante de ella comenzó a girar. Era un tornado. A pesar de su miedo, en lugar de correr, Lola quedó paralizada, mirando con asombro.

El tornado, curioso de ella, se acercó y le habló:

"Hola, pequeña. Soy Tornado, y he llegado para llevarte a un lugar mágico. ¿Te gustaría venir conmigo?"

"Pero... ¿no es peligroso?" preguntó Lola, con una mezcla de miedo y emoción.

"No, no soy malo. Solo llevo a quienes tienen sueños grandes y corazones valientes. Yo los ayudo a ver el mundo desde otra perspectiva. ¡Vamos!"

Después de pensarlo un segundo, decidió que esta podría ser la aventura que siempre había soñado.

"¡Está bien!" gritó, mientras se aferraba a un pequeño tronco.

El tornado la levantó suavemente y la llevó a través del aire. Todo a su alrededor se volvió una mezcla de colores, luces y risas. Viajaron sobre montañas nevadas, océanos brillantes y ciudades llenas de luces.

"Esto es increíble, Tornado!" gritó Lola, sonriendo a medida que pasaban frente a maravillas de la naturaleza.

"¡Te lo dije!" respondió el Tornado. "El mundo es más grande y hermoso de lo que imaginas."

Pero a medida que volaban, Lola se dio cuenta de que algunas cosas en el mundo también necesitaban ayuda. Vieron animales buscando comida, árboles caídos y ríos contaminados.

"Tornado, ¿podemos ayudar a esos animales y al medio ambiente?" preguntó Lola, con el deseo de hacer algo.

"Es una muy buena idea, pero no puedo hacer mucho yo solo. Necesitamos que todos colaboren."

Así, Lola, de la mano del tornado, decidió volver a su pueblo y contarles a todos sobre sus aventuras y lo que habían visto. Cuando regresaron, el tornado se desvaneció suavemente en una brisa y Lola se quedó de pie, emocionada.

Reuniendo a los vecinos, dijo:

"¡Escuchen! He visto cosas maravillosas y también algunas tristes. ¡Si trabajamos juntos, podemos ayudar a nuestro planeta!"

Los habitantes del pueblo, curiosos por escucharla, se acercaron.

"¿Qué podemos hacer, Lola?" preguntó su amiga Ana.

"Podemos limpiar el río, plantar árboles y cuidar a los animales. Todos podemos hacer algo, por pequeño que sea!"

Inspirados por las palabras de Lola, juntos organizaron un día de limpieza, plantación de árboles y actividades para cuidar el medio ambiente.

El pueblo se llenó de energía, risas y trabajo en equipo. Con cada acción, el lugar se volvía más hermoso. Lola se sintió orgullosa al ver que todos podían hacer grandes cambios, solo trabajando juntos.

Una tarde, mientras observaba el atardecer desde su jardín, vio una suave brisa girar entre las hojas de los árboles.

"Gracias, Tornado, por enseñarme tanto!" murmuró al viento.

Desde aquel día, Lola y sus amigos se convirtieron en guardianes de su hogar, haciendo que Brisitas fuera un lugar más lindo y cuidando de la naturaleza. Y así, sin necesidad de otro tornado, aprendieron que los pequeños esfuerzos de cada uno podrían lograr grandes cambios.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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