Lola y el Viaje de las Letras
Había una vez, en el corazón de un tranquilo barrio, una niña llamada Lola. Lola era curiosa y llena de energía, pero había algo que la hacía sentir diferente a los demás: tenía dificultades para escribir letras y números. A pesar de que amaba la escuela y aprender cosas nuevas, cada vez que intentaba escribir, se sentía frustrada y triste.
Un día, mientras dibujaba en su cuaderno, su amiga Clara la vio con cara arrugada por el esfuerzo.
"¿Qué te pasa, Lola?" - preguntó Clara, acercándose con preocupación.
"Quiero escribir como vos, pero me cuesta mucho y no puedo seguirles el ritmo a los demás en clase" - respondió Lola con un suspiro.
Clara, siempre tan optimista, tuvo una idea brillante.
"¡Podríamos pedirle ayuda a la señora Amelia!" - sugirió.
"¿La señora Amelia?" - preguntó Lola intrigada.
"Sí, es la maestra de letras y números, ¡ayuda a los niños a aprender de manera divertida!" - aseguró Clara.
Lola dudó un momento, pero sabía que no podía seguir sintiéndose así. Así que, juntas, fueron a buscar a la señora Amelia, quien estaba organizando unos libros en la biblioteca de la escuela.
"Señora Amelia, ¿puede ayudarnos?" - preguntaron al unísono Clara y Lola.
"Por supuesto, queridas. ¿Qué les preocupaba?" - dijo la señora Amelia con una sonrisa cálida.
"A Lola le cuesta escribir letras y números y se siente muy frustrada" - explicó Clara.
"No hay problema, Lola. Vamos a convertirlo en una aventura. ¿Te gustaría?" - le preguntó la señora Amelia.
Lola se iluminó un poco,
"¡Sí! Pero, ¿cómo?" - preguntó intrigada.
"Voy a llevarlas a un lugar mágico llamado la ‘Tierra de las Letras’. Allí, las letras y números están vivos y tienen mucho que enseñarte. ¿Te animás?" - dijo la señora Amelia.
Sin pensarlo dos veces, Lola asintió y, de un instante a otro, se encontró en un mundo lleno de letras danzantes, números saltarines y un sol de color amarillo brillante que parecía sonreírle.
A su alrededor, las letras caminaban en fila formando palabras geniales.
"¡Hola, Lola! Soy la letra A. ¿Te gustaría jugar con nosotros?" - dijo una letra A de color rojo.
"¡Sí!" - exclamó Lola, emocionada.
Las letras la invitaron a jugar juegos de palabras, donde tenía que unir letras para formar palabras mágicas. Cada vez que lo lograba, una estrella aparecía en el cielo.
"¡Bien hecho, Lola!" - gritaban las letras animadas.
Luego, Lola se encontró con los números, que organizaban una carrera.
"¡Hola, Lola! Soy el número 3. ¿Te gustaría correr con nosotros?" - dijo un número 3 de colores brillantes.
"¡Claro!" - respondió Lola, sintiendo que una ola de confianza la invadía.
Mientras corría, aprendía a reconocer los números y a contar mientras se divertía con ellos. Cada vez que se caía, los números la ayudaban a levantarse y la animaban a seguir adelante.
"¡Tú puedes, Lola!" - gritaban en coro.
Después de un rato, Lola se dio cuenta de que las letras y los números no eran tan complicados como había pensado.
"¿Por qué no le vamos a contar a la señora Amelia lo que hemos aprendido?" - propuso la letra A.
Y así, Lola y sus nuevos amigos corrieron hacia donde estaba la señora Amelia.
"¡Señora Amelia, puedo escribir palabras!" - exclamó Lola llena de alegría.
"Y yo puedo contar hasta diez" - agregó emocionada.
"¡Bravo, Lola! ¡Lo lograste!" - celebró la señora Amelia.
La tierra de las letras y números empezó a desvanecerse poco a poco.
"Nosotros siempre estaremos aquí para ayudarte, Lola" - dijeron las letras y números.
Cuando Lola despertó, estaba de vuelta en su salón de clases, con Clara a su lado.
"¿Lo viste? Te vi reír y jugar con las letras y los números. ¡Eras increíble!" - dijo Clara emocionada.
"Sí, ahora sé que puedo aprender, solo necesito un poco de ayuda y muchas ganas de jugar" - respondió Lola con una gran sonrisa.
Desde aquel día, Lola ya no tuvo miedo de escribir, porque entendió que con la ayuda de sus amigos y un poquito de esfuerzo, podía lograr todo lo que se propusiera. Y así, además de aprender a escribir, ganó confianza, risa, y nuevas aventuras llenas de palabras y números en su vida.
Finalmente, terminó su cuento con un mensaje que siempre llevaría consigo:
"¡Nunca hay que rendirse! Siempre se puede aprender algo nuevo si nos ayudamos mutuamente!"
FIN.