Lola y el viaje estelar


Había una vez una niña llamada Lola, que era muy soñadora y siempre tenía la cabeza en las nubes. Pero lo que más amaba Lola era el cielo estrellado.

Pasaba horas y horas mirando las estrellas, imaginando historias fantásticas sobre ellas. Un día, mientras Lola observaba el cielo desde su ventana, vio algo muy especial. Una estrella fugaz pasó volando justo frente a sus ojos.

Sin pensarlo dos veces, cerró los ojos con fuerza y pidió un deseo: "Quiero poder volar hasta las estrellas". Para su sorpresa, cuando abrió los ojos nuevamente, se encontraba flotando en el aire. Lola estaba emocionada y no podía creer lo que le estaba sucediendo.

Comenzó a volar por el cielo nocturno, rodeada de estrellas brillantes. Mientras exploraba el universo, conoció a un pequeño extraterrestre llamado Cosmo. Cosmo era un ser amigable y divertido que vivía en una galaxia lejana.

Juntos emprendieron un viaje lleno de aventuras por diferentes planetas y constelaciones. Cada lugar al que iban les enseñaba algo nuevo sobre el universo. Un día llegaron a un planeta donde todas las estrellas habían desaparecido.

Era un lugar triste y oscuro donde reinaba la tristeza entre sus habitantes. Lola se puso muy triste al ver esto e hizo todo lo posible para encontrar una solución. "Cosmo, tenemos que hacer algo para traer de vuelta las estrellas", dijo Lola determinada.

"Tienes razón Lola, pero ¿cómo podemos hacerlo?", respondió Cosmo preocupado. Juntos, Lola y Cosmo se pusieron a investigar. Descubrieron que un malvado ser llamado Nubarrón había atrapado todas las estrellas en su escondite secreto. Decidieron enfrentarlo y liberarlas.

Después de una ardua búsqueda, finalmente encontraron el escondite de Nubarrón. Era una cueva oscura y tenebrosa. Con valentía, Lola y Cosmo entraron decididos a rescatar las estrellas.

Allí se encontraron con Nubarrón, un ser gruñón con una gran nube negra sobre su cabeza. "¿Qué hacen aquí? ¡Estas estrellas son mías!", gritó Nubarrón enfurecido. Lola no se dejó intimidar. Sabía que tenía que convencer a Nubarrón de que compartiera las estrellas para devolver la luz al planeta triste.

"Nubarrón, entiendo que quieras tener algo hermoso como las estrellas solo para ti, pero piensa en todos los demás planetas y seres vivos que necesitan su luz", dijo Lola con ternura.

Nubarrón reflexionó por un momento y finalmente decidió liberar las estrellas. A medida que cada una volvía a su lugar en el cielo, el planeta oscuro comenzaba a llenarse de luz nuevamente. Desde ese día, Lola y Cosmo se convirtieron en grandes amigos del universo.

Juntos enseñaron a otros planetas la importancia de compartir lo bello que tienen para ofrecer al mundo. Lola regresó a casa con muchas historias por contar sobre sus aventuras espaciales.

Pero lo más importante, aprendió que los sueños pueden convertirse en realidad si uno tiene el coraje de perseguirlos. A partir de ese día, Lola siguió mirando las estrellas cada noche, pero esta vez sabiendo que ella también era una estrella brillante en su propio camino.

Y aunque ya no podía volar por el cielo como antes, siempre llevaba consigo la magia del universo en su corazón.

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