Lola y la luz de la amistad


En un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, vivía una niña llamada Lola. Ella era muy callada y tímida, y siempre se sentía sola porque no tenía amigos con quienes jugar.

Su mamá la llevó a la escuela por primera vez, y allí comenzó una nueva etapa en la vida de Lola. Al principio, se sentía un poco asustada de estar en un lugar desconocido lleno de niños que no conocía.

Pero pronto descubrió que la escuela era un lugar mágico donde podía aprender muchas cosas nuevas y hacer amigos. Lola conoció a Martina, una niña risueña y amigable que se convirtió en su mejor amiga.

Juntas empezaron a jugar a escribir las letras del abecedario en el pizarrón, a pintar los colores más bonitos y a contar cuentos maravillosos. Un día, durante el recreo, Lola vio a un grupo de niños jugando al fútbol. Se acercó tímidamente y les preguntó si podía unirse a ellos.

Los niños aceptaron encantados y así Lola descubrió lo divertido que era compartir momentos de juego con sus compañeros. "¡Qué golazo hiciste, Lola!", exclamó uno de los niños cuando anotó un tanto.

"¡Gracias! ¡Estoy aprendiendo mucho jugando con ustedes!", respondió Lola emocionada. Poco a poco, Lola fue ganando confianza en sí misma gracias al apoyo de sus nuevos amigos.

Aprendió a trabajar en equipo, a ser creativa buscando soluciones juntos y sobre todo, descubrió lo feliz que se sentía cuando compartía su tiempo con los demás. Un día llegó el festival escolar donde cada niño debía mostrar algo especial frente a todos.

Martina propuso hacer una obra de teatro junto con sus amigos, donde cada uno tendría un papel importante. "¡Vamos chicos! ¡Podemos hacer la mejor obra del mundo si trabajamos juntos!", animaba Martina entusiasmada.

Los días pasaron rápido mientras ensayaban su obra, creando decorados coloridos y practicando sus diálogos una y otra vez hasta que quedaran perfectos. Finalmente llegó el gran día del festival escolar. Todos estaban nerviosos pero emocionados por mostrar lo que habían preparado.

Cuando llegó su turno, subieron al escenario y actuaron como nunca antes lo habían hecho. Al finalizar la función, el público estalló en aplausos y ovaciones para los pequeños actores. Lola sintió una alegría inmensa al ver cómo su esfuerzo había dado frutos gracias al trabajo en equipo con sus amigos.

Desde ese día en adelante, Lola ya no se sentía sola nunca más. Tenía muchos amigos con quienes jugar, aprender y compartir momentos felices en la escuela.

Y así descubrió que la verdadera magia estaba en la amistad y el compañerismo.

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