Lola y los amigos mágicos



Había una vez un hada llamada Lola que vivía en una hermosa viña. A pesar de ser amistosa y curiosa, los chicos del pueblo le tenían miedo por su pequeño tamaño y sus alas brillantes.

Lola siempre había soñado con hacer amigos humanos, así que decidió buscar la manera de acercarse a ellos sin asustarlos. Un día, se puso su mejor vestido de flores y se dirigió hacia el parque donde los chicos solían jugar.

Al llegar al parque, vio a un grupo de chicos jugando fútbol. Decidida a romper el hielo, Lola voló cerca de la pelota y comenzó a hacer piruetas en el aire.

- ¡Miren lo que puedo hacer! Soy Lola, el hada de la viña -dijo emocionada mientras giraba en el aire. Los chicos quedaron sorprendidos al verla pero no pudieron evitar reírse ante las divertidas acrobacias del hada. - ¡Eres genial! -exclamó Pedro, uno de los chicos más valientes del grupo-.

¿Puedes enseñarnos algunos trucos? Lola sonrió y accedió encantada. Les mostró cómo volar en círculos y hacer pequeñas piruetas en el aire.

Los chicos estaban fascinados con las habilidades del hada y pronto dejaron atrás sus temores iniciales. A medida que pasaban los días, Lola se convirtió en la mejor amiga de todos los niños del pueblo. Juntos exploraban la viña, recolectaban frutas frescas e incluso construyeron una casita para ella en un árbol cercano.

Sin embargo, un día, una tormenta azotó la viña y destruyó la casita de Lola. La pobre hada se sintió triste y desamparada. - ¿Qué haremos ahora? -preguntó Lola con lágrimas en los ojos-. Mi hogar se ha arruinado.

Los chicos, que siempre habían admirado el espíritu valiente de Lola, se acercaron a ella con determinación. - No te preocupes, Lola. Vamos a construirte una casa aún mejor -dijo Pedro mientras abrazaba al hada para consolarla.

Así fue como todos los chicos del pueblo se unieron para reconstruir la casita de Lola. Cada uno aportó su granito de arena: algunos recolectaban ramas, otros traían flores y todos trabajaban juntos para hacerla lo más hermosa posible.

Cuando terminaron, la nueva casita era incluso más bonita que la anterior. Estaba decorada con flores multicolores y tenía ventanas brillantes hechas con hojas secas. Lola estaba emocionada al ver tanto amor y apoyo por parte de sus amigos humanos.

Desde ese día, el hada vivió felizmente en su nueva casita junto a sus queridos amigos del pueblo.

Los chicos aprendieron que no hay que juzgar por las apariencias y que siempre es importante darle una oportunidad a quienes son diferentes a nosotros. Y así, gracias al valor y determinación de Lola, los chicos comprendieron que ser diferente no es motivo para tener miedo sino una oportunidad para aprender y crecer juntos en armonía.

FIN.

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