Lola y los espantapájaros dorados



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Maizalito, una niña afroamericana llamada Lola. Vivía con su abuela en una pequeña casa rodeada de campos de maíz.

Desde muy pequeña, Lola había aprendido a amar y cuidar el maíz gracias a los consejos de su abuela. Un día soleado, mientras Lola caminaba por los campos, se encontró con un cartel que decía: "¡Se busca ayuda para cosechar el maíz!".

Sin pensarlo dos veces, decidió presentarse y ayudar en la cosecha. Al llegar al lugar indicado, se encontró con un granjero llamado Don Tomás. Tenía una barba blanca como la nieve y unos ojos chispeantes llenos de energía.

Don Tomás le dio la bienvenida a Lola y le explicó cómo debían cosechar el maíz juntos. Lola estaba emocionada por aprender más sobre el proceso de cultivo del maíz.

Mientras trabajaban codo a codo, Don Tomás le enseñaba todo lo que sabía sobre sembrar las semillas, regarlas adecuadamente y cómo cuidarlas hasta que crecieran altas y fuertes. Pasaron los días y Lola demostró ser una excelente ayudante.

Su amor por el maíz era evidente en cada gesto que hacía: desde acunar las mazorcas cuando estaban listas para ser recolectadas hasta asegurarse de que cada planta recibiera suficiente agua bajo el sol ardiente. Un día, mientras estaban reagarrando las mazorcas maduras del campo, escucharon un ruido extraño proveniente del bosque cercano.

Curiosos, Lola y Don Tomás se acercaron para investigar. Para su sorpresa, encontraron a un grupo de pájaros hambrientos que intentaban comerse todo el maíz recién cosechado. Lola sabía que debían encontrar una solución rápidamente.

Entonces, tuvo una idea brillante: construir espantapájaros para asustar a los visitantes no deseados. Con la ayuda de Don Tomás, utilizaron ropa vieja y paja para crear unos espantapájaros amigables pero temibles.

Los espantapájaros funcionaron a la perfección y los pájaros se alejaron del campo de maíz. Lola estaba orgullosa de su invento y se dio cuenta de que había aprendido mucho más que solo cómo cultivar maíz; había aprendido sobre la importancia del trabajo en equipo y la creatividad para resolver problemas.

Con el paso del tiempo, Lola se convirtió en una experta en el cultivo del maíz. Sus conocimientos fueron reconocidos por todo el pueblo y fue invitada a dar charlas sobre su experiencia.

Los niños de Maizalito admiraban a Lola y soñaban con ser como ella cuando crecieran. Gracias al esfuerzo conjunto de Lola y Don Tomás, Maizalito prosperó con sus campos llenos de maíz dorado.

La niña afroamericana demostró que con dedicación, amor por lo que haces y creatividad, cualquier sueño puede hacerse realidad. Y así, Lola siguió cosechando maíz durante muchos años más, transmitiendo sus conocimientos a las nuevas generaciones e inspirando a otros niños a seguir sus pasos.

El maíz de Maizalito siempre fue el más sabroso y jugoso, y todos recordaban con cariño a la niña afroamericana que lo cuidaba con tanto amor y pasión.

FIN.

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