Lola y su perro navideño


Lola era una adolescente de 15 años que vivía en un barrio humilde de Buenos Aires. A pesar de las dificultades económicas, ella siempre mantenía una actitud positiva y alegre.

Pero este año, la Navidad se acercaba y Lola no podía evitar sentirse triste al pensar en que no tendría regalos ni una cena especial como solían hacerlo otros años.

Un día, mientras caminaba por el parque cerca de su casa, Lola encontró a un perro abandonado y malherido. Sin pensarlo dos veces, decidió ayudarlo llevándolo a su casa para cuidarlo. Le puso de nombre —"Coco"  y lo alimentó con lo poco que había en la despensa.

A medida que pasaban los días, Coco comenzó a recuperarse gracias al amor y cuidado de Lola. Juntos salían a pasear por el barrio y hacían nuevas amistades.

Un día, mientras caminaban por la calle principal del barrio vieron un cartel anunciando una colecta solidaria para ayudar a las familias más necesitadas del lugar. Lola se emocionó al ver esto y decidió poner manos a la obra para colaborar con esta noble causa junto con sus amigos del colegio.

Organizaron rifas, venta de comida casera e incluso hicieron presentaciones artísticas para recaudar fondos. Con el dinero obtenido compraron alimentos no perecederos, juguetes para los niños más pequeños del barrio e incluso ropa abrigada para aquellos que padecían frío durante las noches invernales.

El día antes de Navidad llegó y todo estaba listo para repartir los regalos entre las familias del barrio. Lola y sus amigos se acercaron a cada hogar, entregando los paquetes con una gran sonrisa en el rostro y deseándoles una feliz Navidad.

Al final del día, cuando Lola regresó a su casa junto a Coco, se sentó en la puerta de entrada para descansar un poco.

Fue entonces cuando notó algo extraño: frente a ella había un pequeño árbol de Navidad adornado con luces y guirnaldas. Lola no podía creer lo que veía. Se acercó al árbol y encontró una nota que decía: "Gracias por hacer nuestra Navidad más especial".

En ese momento comprendió que la verdadera magia de la Navidad no está en recibir regalos sino en dar amor y esperanza a quienes más lo necesitan. Con lágrimas en los ojos, Lola abrazó a Coco mientras pensaba en todo lo que había aprendido durante esta experiencia.

La felicidad que sentía era indescriptible porque ahora sabía que ella también podía hacer una diferencia en el mundo.

Y así fue como esta historia de Navidad terminó con un mensaje inspirador para todos aquellos adolescentes como Lola, quienes pueden ser agentes de cambio si deciden poner su corazón al servicio de los demás.

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