Lolita la cachorrita y su día en la playa
En una casita donde vivían siete cachorros juguetones, había una pequeña que se destacaba entre todos. Su nombre era Lolita, y era conocida por su coquetería. Lucía siempre un moño colorido en su cabeza, y le encantaba que la gente la mirara. Pero había algo más que hacía especial a Lolita: ¡le encantaba comer maní!
Una mañana radiante y llena de sol, su dueño, un chico llamado Tomás, decidió llevarla de paseo a la playa. De repente, Lolita saltó de alegría.
"¡Qué divertido! ¡Vamos, Tomás!" - ladró animada, moviendo su cola.
Al llegar a la playa, Lolita se sintió como una estrella.
"¡Mirá, el mar brilla como un diamante!" - exclamó mientras corría hacia la orilla. Tomás la siguió y juntos comenzaron a jugar en la arena.
Lolita cavaba hoyos mientras Tomás le lanzaba una pelota. Pero en medio de su diversión, se dio cuenta de que había algo extraño.
"¿Tomás, viste mi maní?" - preguntó, mirando a su alrededor con preocupación.
"¿Qué maní, Lolita? Ya te dije que no lo traje hoy" - respondió él, tratando de explicarle.
Sorprendida, Lolita se sentó, con su moño ondeando al viento.
"Pero... mi maní es mi energía. Lo necesito para jugar con vos" - dijo, sintiéndose un poco desanimada.
En ese momento, un grupo de gaviotas apareció volando cerca de ellos. Una de ellas, que parecía más curiosa que las demás, se acercó.
"¿Por qué estás triste, pequeña?" - preguntó la gaviota, aterrizando suavemente en la arena.
"¡Hola! Soy Lolita y estoy triste porque no tengo mi maní. Sin él, me siento un poco floja" - respondió ella.
"No te preocupes, Lolita. A veces hay que aprender a divertirse sin lo que creemos que necesitamos. ¿Te gustaría jugar con nosotros?" - sugirió la gaviota.
Lolita, aunque dudosa, asintió.
"¿Jugamos a hacer carreras?" - preguntó con entusiasmo desbordante.
Las gaviotas y Tomás comenzaron a correr por la orilla de la playa mientras Lolita saltaba y corría tras ellas. Cada vez más se fue olvidando de su anhelo por el maní.
Después de un rato, exhausta pero feliz, se sentó junto a Tomás.
"¡Qué divertido fue jugar! No pensé que podría disfrutar tanto sin mi maní" - dijo, sonriendo.
Tomás, contento por la transformación de Lolita, le respondió:
"A veces la diversión está más cerca de lo que crees, y no se necesita de nada especial para disfrutar. Solo hay que abrirse a nuevas experiencias".
Al atardecer, mientras los colores del cielo se fundían, Tomás pronunció alegremente:
"¿Vamos a buscar unos maníes para llevar a casa?"
Los ojos de Lolita brillaron de emoción:
"¡Sí, por favor! Pero no olvidemos que hoy jugué un montón sin ellos. ¡Gracias, gaviota!" - dijo mientras la gaviota se despidió volando hacia el mar.
Al volver a casa, Lolita había aprendido una valiosa lección: a veces, lo que más necesitamos es disfrutar del momento y de la compañía.
Y desde ese día, cada vez que Tomás la llevaba a la playa, Lolita sonreía, porque sabía que la diversión no dependía del maní, sino de tener a su lado a su mejor amigo. Y con eso, ninguna aventura era demasiado grande.
FIN.