Lolita y sus Amigos Peludos



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, una mascota muy peculiar llamada Lolita. Era una perrita rascarabia, lo que significa que siempre estaba llena de energía y no podía dejar de moverse.

Su pelaje era blanco como la nieve y tenía unas manchas negras en su espalda que parecían huellas de dedos. Lolita vivía con su dueña, Martina, una niña muy curiosa y amante de los animales.

Juntas recorrían el vecindario para jugar con los demás perros y disfrutar del sol. Sin embargo, a pesar de ser tan divertida e inquieta, Lolita deseaba tener más amigos. Un día soleado mientras paseaban por el parque, Lolita vio a un gato sentado bajo un árbol.

El gato parecía triste y solitario. Sin pensarlo dos veces, Lolita corrió hacia él y comenzó a saltar alrededor intentando llamar su atención. "¡Hola! ¿Quieres ser mi amigo?"- le preguntó emocionada Lolita.

El gato levantó la cabeza sorprendido y respondió: "¿Amigos? Pero... ¿no te da miedo contagiar tu rascarabia?""No te preocupes", dijo Lolita sonriendo. "Todos merecen tener amigos sin importar nuestras diferencias". El gato se acercó tímidamente y empezaron a jugar juntos durante horas.

Desde ese día fueron inseparables; se contaban historias sobre sus aventuras pasadas y soñaban con las nuevas que tendrían juntos. Un buen día, mientras exploraban el bosque cercano al pueblo, escucharon unos ruidos extraños.

Se acercaron cautelosos y descubrieron a un grupo de animales en problemas. Era una familia de conejitos que se había perdido. "¡Tenemos que ayudarlos!"- exclamó Lolita decidida. El gato y Lolita trabajaron juntos para guiar a los conejitos hasta su madriguera.

Aunque el camino estaba lleno de obstáculos, no se dieron por vencidos y finalmente lograron llevarlos sanos y salvos. Los conejitos estaban muy agradecidos y emocionados por haber sido rescatados.

Le contaron a todos los demás animales del bosque sobre la valentía y generosidad de Lolita y su amigo el gato. A partir de ese día, muchos otros animales comenzaron a acercarse a Lolita en busca de amistad.

Descubrieron que aunque ella tuviera rascarabia, eso no definía quién era como persona ni le impedía ser una gran compañera. Lolita aprendió algo importante: la verdadera amistad no tiene barreras ni prejuicios. Todos podemos encontrar amigos si tan solo nos abrimos al mundo y dejamos que nuestras diferencias nos enriquezcan.

Desde aquel día, Martina notó cómo su perrita había cambiado para mejor. Ahora era más feliz que nunca, rodeada de amigos con quienes compartía risas, juegos y aventuras inolvidables.

Y así, Lolita demostró al mundo entero que las diferencias no deben ser motivo para rechazar o discriminar a alguien. En cambio, debemos celebrarlas porque son las que nos hacen únicos e especiales.

FIN.

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