Long Hord y las manzanas mágicas


Había una vez en un hermoso bosque, un dragón llamado Long Hord. A diferencia de los demás dragones, a Long Hord le encantaban las manzanas. Todos los días, volaba por el bosque en busca de las manzanas más jugosas y deliciosas que pudiera encontrar. Pero Long Hord tenía un don especial: podía predecir cuando algo malo iba a suceder. Cada vez que sentía que el peligro se acercaba, daba un fuerte rugido que alertaba a todos en el bosque.

Un día, Long Hord encontró una hermosa manzana roja brillante en lo alto de un árbol. Mientras se disponía a tomarla, sintió un escalofrío recorrer su espalda. Inmediatamente supo que algo malo iba a suceder en el bosque. Decidió llevar la manzana consigo para buscar ayuda. En su camino, se encontró con una familia de conejos que estaban perdidos y asustados. Long Hord les advirtió del peligro que se acercaba y les ofreció la manzana mágica para protegerlos. Los conejos, agradecidos, aceptaron y juntos se pusieron a salvo.

Mientras tanto, en el otro extremo del bosque, un lobo hambriento acechaba a un grupo de pajaritos. Long Hord, con su aguda intuición, voló hacia ellos y les advirtió del peligro inminente. Les entregó la última manzana que le quedaba, y los pajaritos, confiando en el dragón, buscaron refugio.

A medida que Long Hord compartía sus manzanas mágicas y advertía a los habitantes del bosque, su fama se extendía. Pronto, todos acudían a él en busca de protección y consejo. Long Hord aprendió que su amor por las manzanas no solo le traía felicidad, sino que también le permitía ayudar a los demás.

Desde aquel día, Long Hord se convirtió en el guardián del bosque, siempre atento a las señales de peligro y dispuesto a proteger a quienes lo habitaban. Y cada vez que predecía un mal presagio, recordaba que el amor y la generosidad podían cambiar el destino. Y así, con sus manzanas mágicas, vivió feliz para siempre.

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