Lorena y el viaje a la confianza



Era un día soleado en el barrio de Villa Alegría, donde vivía una dulce niña llamada Lorena. Lorena era alegre, le encantaba dibujar y jugar, pero había algo que la mantenía triste: su cuerpo era diferente al de sus compañeros, y a veces escuchaba palabras hirientes sobre su apariencia. A pesar de eso, ella soñaba con ser la artista más famosa del mundo.

Un día, mientras dibujaba en el patio de su casa, su amiga Martina se acercó:

"Hola, Lorena, ¿qué estás dibujando?"

"Hola, Marti. Estoy haciendo un dibujo de un paisaje, pero no sé si me va a salir bien..."

"Seguro que te sale genial, ¿por qué no lo muestras en la escuela?"

Lorena bajó la mirada. La idea de mostrarse la llenaba de nervios.

"No sé, a veces siento que los chicos se ríen de mí…"

"Pero a mí me gusta tu arte, y estoy segura de que a los demás también. ¡Dale, mostralo!"

Esa tarde, cuando llegó a casa, decidió que debía dejar de dejarse llevar por los comentarios crueles. En su corazón, sabía que el bullying no definía quién era realmente.

A la mañana siguiente, Lorena llevó sus dibujos a la escuela, pero a medida que se acercaba al aula, sintió un nudo en el estómago. Recordó las veces en que la habían señalado con el dedo y susurrado cosas malintencionadas. Sin embargo, cuando entró, sus compañeras estaban hablando y risas llenaban el aire.

El profesor anunció:

"Hoy tendremos una exposición de arte de los alumnos. ¡Cualquiera puede presentar sus trabajos!"

Lorena sintió que su corazón latía más rápido, al mirar a sus compañeros, que en su mente se veían más grandes y fuertes. Justo cuando dudaba, la voz de Martina rompió el silencio:

"Por favor, ¡Lorena tiene unos dibujos increíbles que quiere mostrar!"

Un mar de miradas se posaron en ella. Lorena tragó saliva y se armó de valor. Caminó hacia el centro del aula, sintiendo el sudor en sus manos. Con una gran sonrisa, comenzó a mostrar sus dibujos.

"Este es un bosque lleno de colores y magia, aquí las hadas juegan cada noche…"

Mientras relataba sus historias, los murmullos se convirtieron en aplausos. Se sintió increíblemente feliz, y al ver a sus compañeros sonriendo, incluso a algunos que solían burlarse de ella, su confianza creció. Al terminar, un chico llamado Lucas se acercó:

"¡Lorena, tu dibujo es genial! Nunca había visto algo así. ¿Puedo tener una copia?"

Para su sorpresa, se sintió orgullosa y correspondió con una sonrisa.

"Claro, puedo hacerte uno especial. ¿Te gustaría un dragón?"

"¡Siiii!"

Lorena se dio cuenta de que había vencido sus miedos, y que ser diferente era lo que la hacía especial. La tarde había seguido llena de risas y más dibujos. Al término del día, su corazón brillaba de felicidad, y ya no se sentía triste sino llena de energía.

Después de aquel día, en el aula, se organizó un club de arte donde todos sus compañeros participaron, y Lorena comenzó a liderar la clase.

Una semana después, los chicos incluso la invitaban a jugar y a crear juntos. El bullying se desvaneció en el aire, y en su lugar, floreció la amistad entre todos. Lorena se dio cuenta de que, aunque la vida a veces puede ser dura, siempre hay espacio para la transformación.

Cuando miraba por la ventana y veía a sus amigos jugar, sabía que había ganado más que solo la confianza en sí misma; había aprendido sobre la aceptación y el valor de ser diferente.

Martina, que había sido su apoyo incondicional, se quedó a su lado en cada paso del camino.

"Lorena, quiero que sepas que nunca debiste sentirte mal por ser como sos, ¡tus dibujos son únicos!"

"Gracias, Marti. Ahora sé que cada uno de nosotros tiene algo que compartir, y eso es lo que nos hace especiales."

Y así, Lorena siguió dibujando en su cielo de sueños, llevando con ella abandonos y reencontrados, muchos colores y un nuevo sentido de pertenencia. Siempre generando una ola de inspiración donde cada uno podía expresar sus colores y brillar por sí mismo, sin importar lo que otros pudiensen decir.

FIN.

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