Lorenzo y el Gran Desafío del Rugby
Era un brillante sábado por la mañana y Lorenzo, un pequeño de cuatro años, estaba dando saltos de alegría mientras su mamá lo llevaba al Club San Luis de La Plata. Hoy era un día especial. Todos los sábados, Lorenzo iba al club para aprender a jugar al rugby y conocer nuevos amigos.
"Mamá, ¿será que hoy podemos jugar en el campo grande?" - preguntó Lorenzo emocionado.
"Quizás, si los entrenadores nos dejan, mi amor" - respondió su mamá con una sonrisa.
Al llegar, Lorenzo vio a sus amigos: Juani, Tobi y Clara, todos listos para comenzar el entrenamiento. Lorenzo, vestido con su camiseta azul, se sintió como un verdadero jugador de rugby. Sin embargo, había algo que lo inquietaba.
"Chicos, ¿alguna vez hemos hecho una competencia?" - preguntó Lorenzo.
"No, pero sería mucho más divertido" - dijeron todos al unísono.
Su entrenador, el buenísimo Martín, escuchó la conversación y se acercó a los pequeños.
"Chicos, ¿es cierto que quieren competir?" - les preguntó Martínez, levantando una ceja.
"¡Sí, sí! Queremos competir!" - gritaron Lorenzo y sus amigos, llenos de entusiasmo.
"Está bien, entonces. Haremos un mini torneo entre los equipos. Pero primero vamos a practicar. Recuerden, lo más importante es jugar en equipo y ayudarse entre ustedes" - explicó Martín.
Los niños comenzaron a entrenar en calentamiento. Lorenzo, con su energía desbordante, tiraba el balón de un lado a otro mientras corría. Pero en un momento, se sintió un poco cansado.
"¿Pasa algo, Lorenzo?" - le preguntó Tobi, notando su expresión.
"Es que me gustaría dar más pases, pero me cuesta un poco" - admitió Lorenzo, un poco avergonzado.
"No te preocupes, ¡a todos nos cuesta al principio!" - le animó Clara. "Podemos practicar juntos después del entrenamiento".
Lorenzo sonrió al escucharla. Y así lo hicieron; después del entrenamiento, Clara y sus amigos se quedaron a practicar pases con Lorenzo, ayudándose mutuamente.
Llegó la tarde y el torneo comenzó. Los equipos estaban formados y cada pequeño jugador estaba listo para la acción. Desde el primer segundo, los padres y entrenadores animaban desde las gradas, mientras los rayos de sol iluminaban el campo.
Lorenzo estaba nervioso, pero su mamá le dijo:
"Recuerda, Lorenzo, lo más importante es disfrutar y jugar en equipo".
El primer partido fue muy reñido. Lorenzo logró efectuar un pase preciso, pero su equipo no pudo anotar un try. A pesar de eso, estaban felices de estar todos juntos.
"¡Vamos, chicos! ¡Siguemos!" - gritó Lorenzo, levantando los brazos.
Pero en el segundo partido las cosas no salieron tan bien. Lorenzo falló un pase y se sintió muy triste. En el final, su equipo perdió.
"No quiero jugar más, no soy bueno en esto" - murmuró Lorenzo, con la cabeza gacha.
"Eso no es verdad. A todos nos pasa, Lorenzo. Lo importante es intentarlo de nuevo" - le dijo Juani, dándole una palmada en la espalda.
Cuando Martin reunió a todos los niños para hablar, dijo:
"Chicos, en el rugby no siempre ganamos, pero siempre aprendemos. Hay que levantarse después de caer".
Lorenzo tomó una profunda respiración y, con el apoyo de sus amigos, decidió intentarlo una vez más. En el último partido, en un momento crucial, recibió el balón mientras corría. Esta vez, con su mejor esfuerzo y apoyado por sus amigos, logró anotar un try.
"¡Lo hice! ¡Lo hice!" - gritó Lorenzo, llenándose de alegría.
"¡Sos un crack, Lorenzo!" - le gritaban sus compañeros mientras lo levantaban del suelo, celebrando como verdaderos campeones.
Aunque no habían ganado el torneo, para Lorenzo y sus amigos ese día fue el mejor de todos. Aprendieron a trabajar en equipo y a nunca rendirse. Al final, como cierre, el entrenador les repitió:
"El verdadero triunfo está en la amistad y la diversión, chicos".
Lorenzo se despidió de sus amigos y se fue a casa feliz, sabiendo que el rugby era simplemente una forma de experimentar grandes lecciones de vida.
"Mamá, ¡hoy fue increíble!" - le dijo Lorenzo a su madre al llegar a casa.
"¿Y qué es lo que más te gustó?" - preguntó ella, sonriendo.
"¡Hacer un try y compartirlo con mis amigos!" - respondió Lorenzo, riendo.
Y así, cada sábado se convertía en un día lleno de aprendizajes, risas y, por supuesto, de un amor profundo por el rugby.
FIN.