Lorenzo y la Gran Carrera de la Vacuna



Era un día brillante en el barrio de Lorenzo, un niño por cumplir seis años, fanático de los autos y las carreras. Desde que había visto su primer Gran Premio en la tele, no había un día en el que no corriera por su casa imaginando que era un piloto famoso, con su casco de colores y su auto de carrera brillante.

Un día, Lorenzo se enteró por su mamá que tenía que ir a vacunarse. La noticia no le gustó nada. Se acordó de cuando vio a una amiga llorando en la consulta del médico porque la pinchaban. Aquel recuerdo le dio un vuelco al estómago.

"¡Mamá! No quiero ir a la consulta, me da miedo la aguja!" - dijo Lorenzo, con una voz entrecortada.

"Pero, Lorenzo, es solo un pinchazo y eso te ayudará a estar fuerte para correr muchas más carreras. Es como prepararse para una gran competencia" - le respondió su mamá, intentando iluminar su ánimo.

"Pero lo que yo quiero es pilotear, no me gusta que me pinchen" - insistió Lorenzo, con desánimo.

Su mamá pensó rápidamente en cómo podría ayudarlo. Entonces tuvo una idea brillante.

"¿Qué tal si lo convertimos en una carrera? Tú serás el piloto y yo seré tu mecánico. ¡Solo tienes que cruzar la línea de meta!" - propuso su mamá, sonriendo ampliamente.

"¿Una carrera?" - preguntó Lorenzo, intrigado.

"Sí, el consultorio es la pista y el pinchazo es la parada de pits. ¡Solo necesitas estar listo para correr!" - dijo su mamá, mientras le ataba un pañuelo al cuello como si fuera un bandana de piloto.

Lorenzo miró a su mamám con una chispa de emoción. Pensó en los pilotos que tanto admiraba y cómo enfrentaban los desafíos.

"¡Está bien! Yo voy a ser el mejor piloto y no voy a dejar que un pinchazo me detenga." - exclamó, tomando una postura de comandante.

El día de la vacuna, Lorenzo se vestía de corredor: tenía su camiseta de carreras, un cinturón que simulaba un arnés de seguridad y sus zapatillas más veloces.

Cuando llegaron al consultorio, vio que había más niños, todos listos para “competir”. Empezó a sentir un poco de miedo otra vez.

"¿Mamá, y si duele mucho la parada de pits?" - preguntó, un poco nervioso.

"Recuerda lo que hablamos, campeón. Concéntrate en la pista. Una vez que llegue la parada, te cuento y no te harás el nudo en la panza. Solo será un instante, y luego seguirás corriendo" - le aseguró su mamá.

En su mente, Lorenzo imaginó un auto de carreras. Se imaginaba conduciendo, sintiendo la adrenalina y la velocidad en su piel. Se sintió un poco más valiente. Cuando llegó su turno, el enfermero le sonrió como si fuera otro corredor en la pista.

"Hola, piloto. ¿Listo para la carrera?" - le preguntó el enfermero, mientras Lorenzo se acomodaba en la camilla.

Lorenzo asintió, pero sentía el corazón acelerado.

"Recuerda, un rápido pit stop y listo para salir a dar más vueltas" - dijo su mamá, mientras le tomaba la mano.

El enfermero le mostró la jeringa, un poco como si mostrara una herramienta de taller.

"Esto es solo para que estés más fuerte. ¡Vas a ser el campeón de la vuelta!" - continuó el enfermero.

El momento llegó, Lorenzo cerró los ojos y, cuando sintió el pinchazo, se imaginó cruzando la línea de meta mientras todos en su cabeza aplaudían.

"¡Lo logré!" - gritó, al abrir los ojos emocionado.

"¡Felicidades, campeón! Has sido increíble. Ahora podrás correr aún más rápido" - lo felicitó su mamá, abrazándolo con mucha alegría.

Lorenzo sonrió más grande y con una nueva meta en mente. Supo que la carrera no solo eran sus autos y sus pistas, sino también enfrentarse a sus miedos y ganar al final. Desde entonces, siempre que escuchaba hablar de las vacunas, pensaba en su gran carrera y nunca volvió a sentir miedo al momento del pinchazo.

"¡A correr, piloto!" - decía su mamá cada vez que tenían que volver al consultorio, recordando su valiente aventura. Así, Lorenzo continuó desafiándose, aprendiendo que ser valiente significa no dejar que nada lo detenga.

FIN.

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