Lorién y la Paciencia Mágica
Había una vez un pequeño niño llamado Lorién, que vivía en una casa colorida con su mamá y su yaya. Lorién tenía dos años y medio, era muy juguetón y le encantaba explorar. Sin embargo, había un pequeño problema: cuando se frustraba, ¡se mordía la mano! Su yaya y su mamá se ponían tristes cada vez que lo hacía.
Un día, mientras jugaba con bloques de colores, Lorién intentó construir la torre más alta del mundo. Pero uno de los bloques se cayó y, en lugar de reirse, Lorién frunció el ceño.
- “¡Ay, no! ¡No quiero que se caiga! ” - gritó, y sin pensarlo, se mordió la mano.
- “Lorién, cariño, no es necesario hacer eso...” - dijo su yaya, que estaba un poco preocupada.
- “Sí, amor, está bien sentirse frustrado, pero no hay que lastimarse. ¿Podemos intentar de nuevo? ” - agregó su mamá, tratando de consolarlo.
Lorién miró sus jugueteras manos y se sintió aún más mal. Decidió que necesitaba ayuda. Esa noche, mientras se preparaba para dormir, su yaya le contó un cuento sobre un pequeño dragón llamado Draki, que también había tenido problemas con su temperamento.
- “Draki, el dragón, se frustraba mucho cuando sus alas no volaban como quería. Un día, encontró una mágica pintura sobre la paciencia...” - comenzó la yaya.
Lorién estaba enganchado. - “¿Y qué pasó, yaya? ” - preguntó.
- “La pintura le enseñó que a veces las cosas necesitan tiempo. Con cada respiración y cada intento, sus alas se volvían más fuertes...” - explicó la yaya.
Inspirado por la historia de Draki, Lorién decidió que al día siguiente probaría un nuevo enfoque cuando sintiera frustración.
Al día siguiente, mientras jugaba en el parque, Lorién se encontró con un juego nuevo: un columpio. Pero había otros niños jugando y él no podía usarlo de inmediato.
Frustrado, recordó a Draki y su pintura mágica. - “Respirar y esperar”, pensó, y comenzó a inhalar y exhalar profundamente.
- “Mami, ven a verme! ” - llamó cuando logró calmarse.
- “¡Qué bien, Lorién! ¿Lo hiciste? ” - preguntó su mamá, sonriente.
- “Sí, no me mordí, solo respiré” - respondió, orgulloso.
Esa tarde, Lorién decidió que quería construir de nuevo su torre de bloques. Cuando uno de los bloques se cayó, en lugar de morderse, cerró los ojos y contó hasta cinco.
- “Uno, dos, tres, cuatro, cinco. Ahora voy a intentar otra vez…” - murmuró.
Al hacerlo, logró construir la torre más alta que había realizado.
- “¡Mira, yaya! ¡Lo logré! ” - gritó emocionado. Su yaya y su mamá aplaudieron felices.
- “Estamos tan orgullosas de vos, Lorién. Viste que la paciencia ayuda…” - dijo su mamá, abrazándolo fuerte.
Y así, Lorién se dio cuenta de que aunque a veces se sentía frustrado, podía encontrar maneras de manejar esos sentimientos sin lastimarse. Con cada nuevo día, fue aprendiendo que la paciencia no era solo un concepto, sino una maravillosa herramienta que podía utilizar para hacer magia con sus emociones.
Y así, con el tiempo, Lorién se convirtió en un experto en paciencia, recordando siempre la historia de Draki y la magia que contenía.
Desde entonces, cada vez que se frustraba, en lugar de morderse, respiraba profundo y sonreía, porque sabía que la paciencia lo llevaba lejos. Y así, su yaya y su mamá nunca se ponían tristes, sino muy orgullosas de su pequeño gran progreso.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.