Los 10 Chanchitos y la Gran Aventura



Había una vez, en un bosque lejano y hermoso, diez chanchitos que vivían felices construyendo sus casas. Cada uno de ellos tenía su propio estilo; el primero hizo su casa de paja, el segundo de palitos, el tercero de ladrillos y así sucesivamente hasta llegar al décimo, que decidió hacer su casa de piedras.

Un día, mientras los chanchitos jugaban, se empezaron a contar historias sobre un lobo feroz que rondaba el bosque.

"Yo no tengo miedo al lobo", dijo el chanchito de la casa de paja, "mi casa es muy cómica y lo hará reír".

"Pero si lo atrapa, ¿qué haremos?", preguntó el chanchito de palitos.

"Es mejor estar preparados y construir casas fuertes", intervino el chanchito de ladrillos.

Los chanchitos se rieron y continuaron jugando a pesar de las advertencias del chanchito más precavido. Un buen día, el gran lobo apareció.

"¡Hola, chanchitos!", rugió el lobo, "¿quién quiere jugar conmigo?".

Los chanchitos, asustados, se escondieron en sus casas. El lobo se acercó primero a la casa de paja.

"Abran, chanchitos, abran, que soy su amigo el lobo", dijo con voz dulce.

"¡No, no!", gritaron los chanchitos. "¡No te dejaremos entrar!".

El lobo, algo frustrado, sopló con todas sus fuerzas y la casa de paja voló por los aires. El chanchito salió corriendo hacia la casa de palitos.

"La casa de paja no te detuvo, pero la nuestra sí", dijo el chanchito de palitos confiado.

Los dos chanchitos se escondieron en la casa de palitos, pero el lobo, decidido, sopló nuevamente, y la casa se desmoronó. Los chanchitos asustados corrieron a la casa de ladrillos.

"¡Aquí estamos a salvo!", dijo el chanchito de ladrillos. Hubo un momento de calma, pero el lobo llegó y nuevamente se presentó.

"Abran, amigos, que quiero jugar".

"¡Nunca!", gritaron juntos los chanchitos. El lobo sopló con todas sus fuerzas, pero la casa de ladrillos se mantuvo firme. El lobo, agotado, decidió cambiar de táctica.

"Si no quieren abrir, ¡tendré que buscar otra forma de entrar!".

Así que el lobo se fue a dar una vuelta, pensando en una estrategia. Los chanchitos, al ver que todo estaba en calma, decidieron que era el momento de pensar en cómo enfrentar al lobo.

"Tal vez debamos hacer algo juntos", sugirió el chanchito de piedras. "No podemos dejar que nos atrape con esa estrategia".

Los chanchitos se pusieron a trabajar juntos en un plan. Hicieron un gran cartel que decía: '¡No podemos jugar a menos que seas amable!'. Colocaron el cartel en el camino del lobo. Al poco tiempo, el lobo apareció, curioso al ver un letrero.

"¿Qué significa esto?", preguntó mientras leía.

"Significa que queremos jugar, pero sólo si eres amable con nosotros", respondió el chanchito de ladrillos, asomándose por la ventana.

El lobo, con la mirada llena de sorpresa, se sintió un poco avergonzado, pero también comprendió que tal vez no había sido muy amable.

"De acuerdo, pequeños chanchitos, prometo ser amable. ¿Podemos jugar a un juego de escondidas?".

Los chanchitos se miraron entre ellos, dudando al principio. Pero luego, el más pequeño de ellos, se asomó y dijo:

"¡Sí! Pero sólo si juegas justo y no soplas nuestras casas".

El lobo acordó. Al principio, jugó despacio y fue paciente. Con el tiempo, se hicieron amigos. Los chanchitos aprendieron que a veces, la comunicación podía resolver problemas.

Con el paso del tiempo, el lobo se convirtió en el protector del bosque y los chanchitos en sus mejores amigos. Juntos, organizaban carreras y juegos.

Así, los diez chanchitos aprendieron que no hay que temer a las diferencias y que siempre es mejor buscar la paz que entrar en conflicto. Y colorín colorado, este cuento ha terminado.

FIN.

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