Los 2 Pequeños y el Misterio del Árbol Charlador
Había una vez, en un tranquilo pueblito, dos pequeños amigos llamados Tomás y Sofía. Ambos compartían un pequeño rincón en el parque que era su lugar favorito para jugar y soñar.
Un sábado soleado, mientras exploraban el parque, Tomás dijo:
"¿Viste esa sombra rara que se mueve entre los árboles? ¿No parece un poco inquietante?"
"Yo creo que es un árbol charlador. He oído rumores de que hay uno por aquí", respondió Sofía intrigada.
Sin pensarlo dos veces, decidieron investigar. Caminaron a través del pasto verde, buscando el misterioso árbol. Después de varios minutos, encontraron un hermoso árbol de grandes hojas y un tronco grueso. Se acercaron y, para su sorpresa, escucharon una voz suave que provenía de él.
"Hola, pequeños aventureros. ¿Qué los trae a mi sombra?"
Tomás y Sofía quedaron boquiabiertos.
"¡Podemos hablar con un árbol!" exclamó Sofía.
"Sí, pero no solo hablo. También guardo muchos secretos sobre este parque", dijo el árbol con una sonrisa detrás de su corteza.
Los dos amigos estaban fascinados.
"¿Puede contarnos uno de sus secretos?" preguntó Tomás emocionado.
"Claro. Un día, un niño se perdió aquí, pero no tenía miedo. Hizo amigos con los pájaros y ellos lo guiaron de vuelta a casa. La amistad siempre encuentra el camino, aunque parezca que no lo hay."
Sofía, reflexionando sobre la historia, dijo:
"¿Y qué más?"
"Cada vez que hay una tormenta, los árboles se ayudan entre sí para no caer. Recuerden que siempre pueden apoyarse en sus amigos, y también ayudarlos cuando lo necesiten."
Así, los dos pequeños aprendieron sobre la importancia de la amistad y la solidaridad. Pumpkin, el árbol, les ofreció un desafío.
"Si logran ayudar a alguien en el parque esta semana, me contarán en su próxima visita. Además, habrá una sorpresa para ustedes. ¿Se atreven?"
"¡Sí!" gritaron al unísono.
Esa misma tarde, Sofía y Tomás vieron a un niño sentado solo en un banco. Tenía la cabeza baja y parecía triste. Sofía le preguntó:
"Hola, ¿te gustaría jugar con nosotros?"
"No... no sé jugar bien", dijo el niño con timidez.
"No importa eso. Lo importante es divertirse y aprender. ¿Te parece si comenzamos juntos?" sugirió Tomás.
Después de unos minutos de dudarlo, el niño aceptó, y así formaron un trío. Los tres corrieron, jugaron a la pelota y compartieron risas. Cuando se dieron cuenta, la tristeza del nuevo amigo había desaparecido. Al final del día, él sonrió y dijo:
"Gracias por jugar conmigo. ¡No sabía que era tan divertido!"
Ambos amigos estaban felices. Habían cumplido con el desafío del árbol charlador. Regresaron al árbol, emocionados.
"¡Hemos ayudado a un nuevo amigo!" exclamó Sofía.
"¿Qué sucede ahora?" preguntó Tomás.
"¡Fantástico! Como premio, les compartiré mi último secreto. Cada vez que un niño ayuda a otro, añaden un nuevo color a su corazón. Y cada vez que alguien se siente triste y un amigo viene con una sonrisa, una flor brota en mi ramas. Eustándente aquí en el parque, lo verán en unos días."
Tomás y Sofía se despidieron de Pumpkin, el árbol charlador, y se fueron a casa con una gran sonrisa y el corazón lleno de colores. A partir de ese día, se prometieron ayudar a más niños del parque. Y por cada niño que ayudaban, las ramas del árbol se llenaban de nuevas flores.
Y así, los dos pequeños aprendieron que a veces las pequeñas acciones hacen una gran diferencia, y que la amistad y la bondad son los verdaderos colores que llenan el mundo de alegría.
Esa es la mágica historia de Tomás y Sofía, quienes un día descubrieron el poder de ayudar a los demás y se dieron cuenta de que la aventura más valiosa era la que vivían todos juntos.
FIN.