Los 7 guerreros y el dragón
En el corazón de la aldea de Valle Esperanza, vivían siete valientes guerreros que eran admirados por todos. Eran conocidos como los Guerreros de la Luz: Leonel, Sofía, Mateo, Lucía, Tomás, Valentina y Julián. Cada uno tenía habilidades únicas que los hacían fuertes, no solo físicamente, sino también en sabiduría y corazón.
Un día, una sombra oscura se cernió sobre la aldea. El gran dragón Draxos había despertado de su largo sueño y amenazaba con arrasar todo a su paso. Los aldeanos estaban aterrados y se reunieron en la plaza central.
"¡El dragón viene! ¡¿Qué vamos a hacer? !" - exclamó un aldeano mientras temblaba de miedo.
"¡Nosotros lo enfrentaremos!" - dijo Leonel, el líder del grupo, con firmeza.
Los guerreros decidieron reunirse para planear su estrategia.
"Debemos averiguar por qué Draxos está causando estragos en nuestra aldea" - sugirió Sofía, la más sabia del grupo.
"Tal vez solo esté buscando un tesoro" - comentó Mateo, con su espíritu curioso.
"O tal vez necesita ayuda, como nosotros a veces" - añadió Lucía, quien siempre pensaba en el bienestar de los demás.
Después de muchas discusiones, decidieron abordar al dragón de manera pacífica. Con armaduras brillantes y corazones valientes, los guerreros se dirigieron hacia la cueva de Draxos. Al llegar, sintieron un viento gélido que provenía de la oscuridad.
"¿Y si no le gusta que estemos aquí?" - temió Tomás, el más miedoso de todos.
"No podemos rendirnos antes de intentarlo" - aseguró Valentina, motivando a todos.
Entraron en la cueva y, al fondo, encontraron al dragón dormido, rodeado de joyas y tesoros. Pero había algo que no era normal: Draxos parecía estar herido, con una gran espina atravesada en su hermosa ala verde.
"¡Lo sabía!" - gritó Julián. "No es un monstruo, es un ser que necesita ayuda."
Los guerreros se acercaron lentamente.
"¡Draxos! ¡Despierta!" - llamó Sofía con una voz suave.
Draxos abrió los ojos y, al ver a los guerreros, lanzó un rugido que hizo temblar a toda la cueva.
"¡Lárguense de mi cueva! ¡No quiero más problemas!" - gruñó el dragón.
"No venimos a pelear. Venimos a ayudarte" - dijo Mateo, recordando que tratar a los demás con amabilidad podía cambiar las cosas.
Draxos frunció el ceño.
"¿Ayudarme? Soy sólo un dragón horrible. Todos me temen".
"Pero nosotros no creemos que seas horrible" - respondió Lucía, dando un paso adelante. "Vimos que estabas herido y queríamos curarte".
Draxos miró sus alas y, al ver la espina, aquel dragón se sintió vulnerable.
"He estado solo tanto tiempo... Pensé que la ira era la única manera de protegerme" - confiesa el dragón, con una voz triste.
Los guerreros se miraron entre sí y creyeron que era momento de ayudarlo. Con cuidado, desinfectaron y sacaron la espina de su ala.
"¡Eso dolió!" - gritó Draxos.
"Lo sabemos, pero ya casi terminas, solo un poco más" - lo animó Valentina, mientras aseguraba que el dragón se sintiera seguro.
Tras varios minutos de esfuerzo, Draxos finalmente quedó libre de la espina. La cueva se iluminó con un nuevo brillo.
"¿Lo logré?" - preguntó el dragón con incredulidad. "¿Ya no estoy herido?"
"Ahora eres libre y puedes volar de nuevo" - sonrió Sofía, emocionada. "¿Nos dejarías ser tus amigos?"
Draxos, sorprendido, nunca había pensado que podría tener amigos. "Me gustaría, pero... ¿me aceptarán después de todo lo que hice?".
"Todos merecen una segunda oportunidad" - dijo Tomás, poniendo su mano en el corazón. "Estamos aquí para aprender unos de otros".
El dragón, con una sonrisa tímida, entendió que aún había esperanza.
"¡Gracias! Me siento más ligero. Espero que un día me perdonen por lo que hice".
Desde ese día, Draxos no solo se convirtió en el protector de la aldea, sino que también se unió a los siete guerreros en sus aventuras. Juntos enseñaron a todos que la valentía no solo radica en la fuerza, sino en la compasión y el entendimiento.
Y así, la historia de los 7 guerreros y Draxos nos recuerda que, incluso en la adversidad, siempre hay lugar para la amistad y el perdón.
FIN.