Los abrigos de la felicidad



Había una vez en un lugar muy lejano, un pequeño pueblo llamado Alegría. En este pueblo, la gente era muy feliz y amable, y siempre estaban dispuestos a ayudarse entre ellos.

Pero un día, una extraña niebla gris comenzó a aparecer sobre el pueblo, haciendo que todos se sintieran tristes y desanimados. La gente de Alegría no sabía qué hacer para deshacerse de la niebla, hasta que un día llegó un visitante muy especial al pueblo.

Era la señora Feliciana, una anciana sabia y bondadosa que llevaba consigo una colección de abrigos mágicos. Estos abrigos, decía la señora Feliciana, tenían el poder de traer la felicidad de vuelta a quien los usara.

"¡Hola, queridos amigos de Alegría! He oído que su pueblo está pasando por un momento difícil, pero no se preocupen, porque tengo la solución perfecta para ustedes. Con mis abrigos mágicos, podrán traer la felicidad de vuelta a sus vidas", anunció la señora Feliciana con una sonrisa cálida.

Los habitantes de Alegría se emocionaron al escuchar esto y se acercaron a la anciana para ver los abrigos mágicos.

La señora Feliciana explicó que cada abrigo tenía un poder especial, y que debían elegir el que mejor se adaptara a sus necesidades.

Había un abrigo de colores brillantes que prometía traer alegría a quien lo usara, un abrigo de suave lana que reconfortaría el corazón de quien lo vistiera, y un abrigo acolchado que daría fuerzas para superar cualquier desafío. Los habitantes de Alegría eligieron los abrigos que sentían que más necesitaban, y al ponérselos, sintieron una cálida sensación de esperanza y alegría recorriendo sus cuerpos.

La niebla gris comenzó a disiparse lentamente, revelando de nuevo los brillantes colores del pueblo y el alegre canto de los pájaros. Con los abrigos mágicos, los habitantes de Alegría recuperaron su felicidad, y la señora Feliciana se despidió con una sonrisa, sabiendo que su misión había sido cumplida.

Desde ese día, los habitantes de Alegría aprendieron que la felicidad a veces necesita un pequeño empujón, pero que siempre está dentro de cada uno de nosotros, listos para ser descubierta en los momentos más difíciles.

FIN.

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