Los acordes de mi corazón
Fausto era un niño muy especial. Desde pequeño, mostró un gran amor por la música. Siempre estaba tarareando canciones y moviendo el pie al ritmo de la melodía que sonaba en su cabeza.
Un día, mientras caminaba por la calle, Fausto escuchó el sonido de una guitarra. Se acercó curioso y vio a un hombre mayor tocando algunas notas hermosas en su instrumento.
Fausto se quedó parado allí durante horas, observando al hombre tocar con tanta pasión y sentimiento. Finalmente, cuando el hombre terminó su presentación, Fausto se acercó tímidamente y le preguntó si podía enseñarle a tocar la guitarra. El hombre sonrió y aceptó encantado.
Así comenzaron las clases de música de Fausto con el anciano guitarrista. Durante semanas, practicaron juntos todos los días hasta que Fausto aprendió lo suficiente como para tocar algunas canciones simples por sí mismo.
Pero entonces algo inesperado ocurrió: el anciano guitarrista tuvo que mudarse lejos debido a problemas familiares. Fausto estaba triste pero no quería dejar de aprender música. Fue entonces cuando decidió visitar a sus abuelos Ricardo y Nenina para pedirles ayuda.
Ellos habían sido músicos famosos en su juventud y todavía tenían algunos instrumentos guardados en su casa. "Abuelos, quiero seguir aprendiendo música pero mi maestro se ha ido", dijo Fausto con tristeza. "Claro que te ayudaremos", respondió Ricardo emocionado. "Tenemos algunos instrumentos aquí que puedes usar para practicar", agregó Nenina.
Así comenzaron las lecciones de música con los abuelos de Fausto. Cada día, después de la escuela, iba a su casa y practicaba con ellos durante horas. Aprendió a tocar varios instrumentos como el piano, la guitarra y el violín.
Pero un día, mientras tocaba en el parque cercano a su casa, un grupo de niños se burló de él por ser diferente y pasar tanto tiempo practicando música en lugar de jugar fútbol o videojuegos.
"¿Por qué no te pones a hacer algo divertido?", le dijeron. "La música es aburrida". Fausto se sintió triste y desanimado. Pero luego recordó lo mucho que amaba la música y cómo lo hacía sentir cuando tocaba sus canciones favoritas.
Decidió ignorar las burlas y seguir adelante con su pasión. Unos meses más tarde, Fausto fue invitado a tocar en una pequeña presentación en su ciudad. Estaba nervioso pero emocionado al mismo tiempo.
Cuando comenzó a tocar sus canciones favoritas frente al público, se sintió feliz como nunca antes. Después del espectáculo, varias personas se acercaron para felicitarlo por su talento musical.
Incluso algunos niños que habían estado burlándose de él antes ahora lo admiraban por ser capaz de hacer algo tan hermoso.
Fausto aprendió una gran lección ese día: no importa cuántas veces otros te digan que eres diferente o raro por tener una pasión única; si sigues haciendo lo que amas, eventualmente encontrarás tu lugar en el mundo. Desde entonces, Fausto continuó tocando música todos los días y nunca dejó que las burlas de otros lo desanimaran.
Con el tiempo, se convirtió en un músico talentoso y respetado en su comunidad, inspirando a otros niños a seguir sus sueños sin importar lo que otros piensen.
FIN.