Los Acuerdos de Amistad
Una soleada mañana en el parque, Ana, una niña de 5 años, jugaba alegremente en el tobogán. Su risa resonaba por el aire, y cada tanto miraba a su alrededor para ver qué otros niños estaban jugando. Fue entonces que vio a Tomi, un niño de 3 años, sentado en la arena, muy serio y sin compañía.
"¿Por qué no juegas, Tomi?" le preguntó Ana acercándose con una sonrisa.
"No sé, no tengo a nadie con quien jugar. Todos están haciendo cosas diferentes", respondió Tomi un poco triste.
Ana, con su imaginación desbordante, pensó que era el momento perfecto para enseñarle a Tomi sobre los acuerdos de convivencia. Ella había aprendido en casa que era importante hacer acuerdos con sus amigos para que todos se divirtieran y estuvieran cómodos.
"¡Yo sé! Podemos hacer un acuerdo para jugar juntos. ¿Qué te parece?" propuso Ana.
Los ojos de Tomi se iluminaron, brillando como dos estrellas.
"¡Sí! ¡Quiero un acuerdo!" exclamó emocionado.
Ana se sentó a su lado en la arena y comenzó a explicarle.
"Primero, vamos a pensar qué cosas nos gustan hacer. A mí me encanta construir castillos de arena. ¿Y a vos?"
"A mí me gusta hacer agujeros en la arena y saltar", dijo Tomi dando saltitos en su lugar.
"Perfecto, entonces hacemos un acuerdo: primero hacemos un castillo y después vos hacés un agujero. ¡Así jugamos los dos!" propuso Ana.
Tomi asintió, muy entusiasmado.
"¡Sí, lo haremos!"
Comenzaron a construir el castillo, riendo y compartiendo la arena. Cuando terminaron, Tomi dijo:
"Ahora puedo hacer mi agujero. ¿Me ayudás?"
Ana, encantada con el acuerdo, aceptó:
"Claro, así podemos hacer un gran agujero juntos. Si a mí me parece bien, también. ¡Es un acuerdo!"
Mientras cavaban, Tomi se dio cuenta de que había algo más que podían acordar.
"Ana, ¿y si alguien quiere hacer otro castillo después?"
Ana pensó un momento.
"Podemos hacer otro acuerdo: si llega un niño nuevo, lo invitamos a jugar con nosotros. Puede ayudar a hacer el castillo, y todos estamos en un acuerdo de amistad. ¡Así hay lugar para todos!" respondió, orgullosa de su gran idea.
Cuando terminaron, justo llegó un nuevo niño al parque. Era Lucas, que miraba desde lejos con curiosidad.
"¡Hola, Lucas! ¡Vení! ¡Estamos haciendo un castillo!" llamó Tomi entusiasmado.
Lucas se acercó, nervioso.
"No estoy seguro..." respondió titubeando.
Ana, recordando su acuerdo, se acercó a él con una sonrisa.
"Estamos haciendo un castillo y acordamos que todos pueden jugar. Si querés, nos podés ayudar y después podés hacer lo que te guste. ¡Así todos podemos divertirnos!"
Lucas se animó y comenzó a ayudar con el castillo, sintiéndose más cómodo. Pero, mientras jugaban, un grupo de niños se acercó a observar.
"¡Ese castillo es muy lindo! ¿Podemos jugar también?" preguntó una niña.
Ana y Tomi se miraron, recordando su acuerdo.
"Claro, podemos hacer otro acuerdo: ustedes también pueden trabajar con nosotros en el castillo y después jugar con lo que quieran. ¡La diversión es para todos!" propuso Ana.
Y así, el grupo se fue sumando al juego, construyendo un castillo imponente. Cada uno tenía un rol, y decidiendo juntos, disfrutaron de su rato en el parque. La risa y la alegría llenaron el aire, mientras hacían nuevos amigos.
Cuando el sol empezó a ponerse, Ana y Tomi miraban su castillo, sintiéndose muy orgullosos.
"¡Lo hicimos!" dijo Tomi.
"Sí, porque hicimos acuerdos de convivencia. Así todos podían jugar juntos. ¡Fue un gran día!" respondió Ana mientras las risas de sus nuevos amigos se desvanecían en el horizonte.
Y así, con el corazón lleno de felicidad, Ana y Tomi aprendieron que cuando se trata de jugar, los acuerdos pueden hacer magia entre los amigos. Desde ese día, ellos no solo fueron amigos, sino también un gran equipo en cada juego del parque, creando espacios de amistad y alegría para todos.
FIN.