Los Amigos de la Plaza



En un pequeño pueblo, donde se podían escuchar risas y susurros entre los árboles, había una plaza llena de columpios y un gran tobogán. En ese lugar mágico, cada tarde cinco niños y niñas se encontraban para jugar y compartir aventuras.

Los protagonistas de esta historia eran: Lucía, con una creatividad infinita; Joaquín, que siempre tenía una idea brillante; Sofía, la más valiente del grupo; Andrés, que era un experto en juegos de estrategia; y Valentina, que tenía un talento especial para la música.

Una tarde, mientras jugaban a las escondidas, Lucía tuvo una gran idea. "¿Y si hacemos una obra de teatro para divertir a todos los chicos del barrio?"-, propuso emocionada.

"¡Eso suena genial! Pero, ¿quién va a escribir el guion?"-, preguntó Joaquín, con una mirada curiosa.

"Yo puedo hacer eso. Tengo muchas ideas en la cabeza"-, respondió Lucía con una sonrisa.

Sofía, que siempre estaba dispuesta a ayudar, dijo: "¡Y yo puedo ser la protagonista! Me encanta actuar"-.

Andrés, pensando en cómo organizar todo, agregó: "Podemos dividir los roles: Lucía escribe, Sofía actúa, Joaquín se encarga de los efectos especiales, Valentina puede componer la música y yo puedo dirigir"-.

Todos estuvieron de acuerdo, y así comenzó la emocionante aventura de crear su propia obra de teatro.

Los días pasaron y cada tarde se reunían en la plaza para trabajar en su proyecto. Mientras Lucía escribía, Valentina hacía melodías con su pequeño tambor y Joaquín creaba sorprendentes efectos de sonido con objetos que encontraba en su casa. Sofía ensayaba diálogos y Andrés se encargaba de coordinar los ensayos.

Sin embargo, una tarde, Valentina se sintió desmotivada. "No sé si la música suena bien. No creo que a nadie le guste"- se lamentó, con la cabeza agachada.

"No digas eso, Valen. Todos en el grupo creemos en ti. Tu música hace que nuestra obra sea especial. ¡No te rindas!"-, animó Joaquín.

Con el apoyo de sus amigos, Valentina decidió intentarlo de nuevo y, tras algunos intentos, compuso una canción perfecta que alegró a todos.

Finalmente, llegó el día del estreno. Los niños estaban nerviosos pero emocionados. A través de la plaza, se escuchaban murmullos de los otros chicos que querían ver la obra.

La función comenzó, y cada niño brilló en su papel. Lucía hipnotizó al público con su historia, Sofía deslumbró con su actuación, Joaquín sorprendió con los efectos especiales, Valentina hizo vibrar con su música, y Andrés guió todo al ritmo perfecto.

Al finalizar, todos aplaudieron fuertemente. "¡Bravo! ¡Quiero ver otra!"-, gritó un niño entre la multitud. La alegría desbordó el ambiente y todos los chicos se juntaron para felicitar a los cinco.

Luego, Sofía dijo: "Chicos, ¡lo logramos! No importa las diferencias que tengamos, juntos somos fuertes y creativos"-.

"Sí, y lo más importante es que aprendimos a valorar nuestras habilidades"-, añadió Valentina.

"Este es solo el comienzo. ¡Quiero hacer otra obra!"-, exclamó Lucía con entusiasmo.

Y así, los cinco amigos continuaron jugando y creando. Comprendieron que, a través de la aceptación y el trabajo en equipo, podían lograr cosas maravillosas.

Cada tarde, la plaza se llenaba de risas, música y cada vez más imaginación. No solo se convirtieron en grandes artistas de la plaza, sino que también en los mejores amigos que aprendieron que las diferencias son lo que hace la vida más colorida.

FIN.

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