Los amigos de nieve
En un pequeño pueblo cubierto de nieve, vivía un muñeco muy especial llamado Nievecito. Era un muñeco de nieve muy simpático y siempre tenía una sonrisa en su cara redonda.
Pero lo que más le gustaba a Nievecito era comer dulces. No importaba si eran caramelos, chocolates o galletas, él los disfrutaba todos. Un día, mientras paseaba por el bosque nevado, Nievecito se encontró con su amiga Conejita Blanca.
Ella era una conejita muy juguetona y siempre estaba saltando de aquí para allá. - ¡Hola Nievecito! ¿Qué estás haciendo? - preguntó Conejita Blanca. - Hola Conejita Blanca. Estoy buscando algo dulce para comer.
¿Quieres venir conmigo? Conejita Blanca asintió emocionada y juntos comenzaron a buscar deliciosos dulces entre los árboles cubiertos de nieve. De repente, escucharon un ruido extraño proveniente del lago helado cercano. Se acercaron rápidamente y vieron a Pececito Dorado nadando desesperadamente en busca de ayuda.
- ¡Ayuda! ¡Me he quedado atrapado bajo el hielo! - gritó Pececito Dorado. Nievecito y Conejita Blanca no dudaron ni un segundo en ayudarlo. Usando sus fuerzas combinadas, lograron romper el hielo y sacar a Pececito Dorado del agua fría.
- ¡Gracias por salvarme! - dijo Pececito Dorado mientras tosía agua-. Me llamo Pepito y soy un pez muy travieso. Estaba jugando cerca del hielo cuando se rompió y caí al agua. - No hay problema, Pepito.
Nos alegra poder ayudarte - respondió Nievecito con una sonrisa. Desde ese día, los tres amigos se volvieron inseparables. Juntos exploraban el pueblo nevado y siempre encontraban aventuras emocionantes.
Un día, mientras caminaban por el mercado, vieron a la señora Pastelera preparando su famoso postre de frutas confitadas. El aroma dulce llenaba el aire y Nievecito no podía resistirse. - ¡Oh, qué rico huele! Me encantaría probar uno de esos postres - susurró Nievecito con antojo.
Conejita Blanca notó la tristeza en los ojos de su amigo y decidió hacer algo especial por él. - Espera aquí un momento - le dijo Conejita Blanca a Nievecito mientras corría hacia la señora Pastelera.
Después de hablar con ella, Conejita Blanca regresó con una gran sonrisa en su rostro y llevaba consigo una caja llena de deliciosos postres para Nievecito. - ¡Aquí tienes, Nievecito! La señora Pastelera me dio todos estos dulces especialmente para ti.
Ahora podrás disfrutarlos sin preocuparte - exclamó Conejita Blanca emocionada. Nievecito estaba tan feliz que no sabía cómo expresar su gratitud hacia Conejita Blanca. Se dio cuenta de que tener amigos verdaderos era mucho más valioso que cualquier cantidad de dulces en el mundo.
Desde ese día, Nievecito aprendió a compartir sus dulces con todos los habitantes del pueblo. Descubrió que la verdadera felicidad se encuentra en hacer felices a los demás.
Y así, Nievecito, Conejita Blanca y Pepito el pez vivieron muchas aventuras juntos y enseñaron a todos en el pueblo la importancia de la amistad y el valor de compartir. Fin.
FIN.