Los amigos de Tomasina



Había una vez una familia del viejo mundo que decidió embarcarse en un largo viaje hacia América en busca de un futuro mejor.

La guerra había arrasado con todo lo que conocían, dejándolos sin trabajo y esperanza en su tierra natal. En el barco, mientras navegaban por aguas desconocidas, la pequeña Tomasina miraba con inquietud el horizonte, preguntándose qué les depararía en su nuevo hogar.

Al llegar a puerto, la familia se instaló en un pequeño pueblo donde todo era diferente: los colores, los olores y hasta el idioma. Tomasina se sentía perdida y asustada entre tanta novedad.

Sin embargo, un día mientras paseaba por las calles del pueblo, conoció a Felipe, un niño amable y curioso que pronto se convirtió en su amigo. "¡Hola! ¿Eres nueva por aquí?", preguntó Felipe con una sonrisa. Tomasina asintió tímidamente, sorprendida por la amabilidad de aquel chico desconocido.

Juntos empezaron a explorar el pueblo y sus alrededores, descubriendo lugares fascinantes y compartiendo risas y juegos. Un día, Felipe llevó a Tomasina a la escuela donde ella conocería al resto de la pandilla: Martín, Sofía y Valentina.

Al principio estaba nerviosa ante tantos rostros nuevos, pero pronto se dio cuenta de que todos eran tan cálidos y acogedores como Felipe. "¡Bienvenida! ¡Estamos felices de tenerte aquí!", exclamaron los niños al unísono.

Con el paso de los días, Tomasina fue perdiendo el miedo a lo desconocido gracias al apoyo de sus nuevos amigos. Juntos aprendieron sobre la historia de su nuevo país, exploraron la naturaleza exuberante que los rodeaba e incluso montaron una obra de teatro para presentar en el festival del pueblo.

Sin darse cuenta, Tomasina había encontrado en América mucho más que un hogar: había encontrado una segunda familia llena de amor y solidaridad.

Aprendió que no importa cuán lejos estemos de casa o cuántos obstáculos enfrentemos; siempre habrá personas dispuestas a tendernos una mano amiga y acompañarnos en nuestro camino hacia un futuro mejor.

Y así, entre aventuras y risas compartidas, Tomasina comprendió que el verdadero tesoro no está en las riquezas materiales ni en las tierras lejanas; sino en el valor inmenso de la amistad verdadera y el espíritu indomable que nos impulsa a seguir adelante pase lo que pase.

FIN.

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