Los Amigos del Bosque
Había una vez una familia: los González, que decidieron acampar en un hermoso bosque lleno de árboles, ríos y cantar de pájaros. Después de montar su tienda y cocinar un rico guiso, los padres, Martín y Carla, invitaron a sus hijos, Tomás y Valentina, a explorar el lugar.
"¡Vamos a descubrir el bosque!" - exclamó Tomás con entusiasmo.
"Sí, ¡vamos!" - respondió Valentina, saltando de emoción.
La familia se adentró en el bosque, maravillándose con cada paso. Sin embargo, mientras caminaban, se distrajeron admiriendo una mariposa de colores brillantes y, sin darse cuenta, se alejaron más y más de su campamento. Cuando finalmente se dieron cuenta, el sol ya comenzaba a ocultarse tras las copas de los árboles.
"¡Oh no! Nos hemos perdido..." - dijo Carla, con un tono preocupado.
En ese momento, un aire helado recorrió el bosque y, de repente, frente a ellos aparecieron dos criaturas asombrosas. Una era espeluznante: tenía tres ojos, cuatro orejas, dientes grandes y filosos, una boca gigante, cinco manos con pinzas y cuatro patas. Su compañero era bastante diferente, lucía un pelaje suave y tenía grandes orejas y una sonrisa amable.
"¡Hola, humanos! No tengan miedo, yo soy Grimp, y él es Amigo" - dijo el monstruo amistoso, señalando al aterrador Grimp.
Al principio, todos dieron un paso atrás; la apariencia de Grimp era escalofriante.
"No podemos quedarnos aquí, necesitamos encontrar el camino de vuelta a nuestro campamento" - dijo Martín, sintiéndose algo asustado.
Pero Amigo se acercó y en un tono cálido dijo:
"Por favor, no se vayan. Grimp, aunque parece extraño, tiene un gran corazón. Podemos ayudarles a encontrar el camino a casa".
"¿Cómo vas a ayudarme si apenas puedes moverte?" - disparó Tomás, aún desconfiado.
Grimp tuvo que pensar un momento. Con sus grandes pinzas, comenzó a hacer un mapa en el suelo con palitos y hojas.
"Miren, aquí están sus puntos de referencia, y al norte hay un arroyo que los llevará de regreso. Yo puedo guiarlos" - explicó con voz entrecortada.
"¿Y tú, Grimp?" - preguntó Valentina, intrigada.
"Yo puedo crear ruidos que asustarán a cualquier depredador que intente acercarse. Así que estaré aquí para cuidarlos" - respondió Grimp, mostrando su mejor sonrisa.
Los González, después de un tiempo, comenzaron a confiar más en sus nuevos amigos. Así que decidieron seguir a Amigo mientras Grimp usaba sus ruidos para mantener alejados a los peligros del bosque. Mientras avanzaban, conversaron y se dieron cuenta de que Grimp era muy divertido, e incluso contaba chistes extraños que hicieron reír a todos.
"¿Por qué los gatos siempre ganan en las peleas?" - preguntó Grimp.
"No sé… ¿por qué?" - preguntó Tomás, curioso.
"¡Porque siempre caen de pie!" - se carcajeó Grimp.
La familia continuó su aventura con alegría y risas. Cuando finalmente llegaron al arroyo, el camino ya era mucho más familiar.
"¡Lo logramos! ¡Estamos cerca del campamento!" - gritó Valentina, saltando de alegría.
Grimp se sintió feliz al ver que ayudó a la familia. Se despidieron con abrazos y promesas de volver a visitar a sus nuevos amigos.
"Ojalá se animen a venir otra vez, siempre los estaré esperando para una nueva aventura" - dijo Grimp emocionado.
"No los olvidaremos, gracias por todo, Grimp y Amigo!" - contestó Martín mientras el campamento se asomaba entre los árboles.
Esa noche, mientras se acurrucaban en sus sacos de dormir, los González no podían dejar de hablar de lo que habían vivido y de la importancia de no juzgar a los demás por su apariencia.
"Nunca supimos que un monstruo podía ser tan bueno y tierno" - reflexionó Carla.
"Ahí está la lección, hay que conocer a la persona antes de juzgarla" - añadió Martín.
Desde entonces, cada vez que regresaban al bosque, buscaban a Grimp y a Amigo, recordando que la verdadera amistad no tiene forma ni color, sino que se construye con actos de bondad y confianza.
FIN.