Los Amigos del Bosque
En un bosque lleno de colores y sonidos, vivían tres amigos: Lila la luciérnaga, Tito el tortugo y Pía la paloma. Cada uno tenía sus propias habilidades y peculiaridades, pero juntos formaban un gran equipo.
Lila, con sus luces brillantes, podía iluminar la oscuridad de la noche, mientras que Tito, aunque era un poco lento, siempre tenía las respuestas más sabias y profundas. Pía, con su agilidad para volar alto, se encargaba de supervisar qué sucedía en el bosque.
Un día, mientras paseaban por el bosque, Lila dijo:
"¡Chicos, se me ocurrió una idea! ¿Por qué no hacemos una carrera? Así podemos ver quién es el más rápido del bosque!"
"¡Sí! Pero todos sabemos que yo no puedo correr rápido como ustedes", dijo Tito con un suspiro.
"No te preocupes, Tito, yo te ayudaré. ¡La carrera no tiene que ser solo de velocidad!" exclamó Pía.
"¿Y cómo lo haremos?" preguntó Lila.
Con gran entusiasmo, Pía propuso una idea:
"Podríamos hacer una carrera donde cada uno de nosotros tenga que completar una serie de tareas en el camino. Al final, el que lo haga mejor, gana!"
"¡Eso suena divertido!" dijo Lila, iluminando el rostro de Tito.
"Sí, y así cada uno puede mostrar lo que sabe hacer en lugar de solo correr", agregó Tito.
Y así, los tres amigos decidieron planificar la carrera. Unieron sus talentos: Lila sería la luz que guiaría a Tito cuando se sintiera inseguro, y Pía sería la que aseguraría que todos estuvieran a salvo en el camino.
El día de la carrera, muchos animales del bosque se reunieron para ver el evento. Eran todos diferentes: desde los veloces conejos hasta las astutas serpientes. Tito se sentía un poco nervioso, pensando en lo lento que era.
"¿Estás listo, Tito?" le preguntó Pía.
"Sí, pero me da un poco de miedo no poder seguir el ritmo..." respondió él.
"No te preocupes, ¡lo importante es participar y disfrutar!" lo animó Lila.
La carrera comenzó y los animales salieron disparados. Pía sobrevolaba el recorrido, asegurándose de que Tito no se quedara atrás. Cuando llegaron al primer desafío, una gran colina para escalar, Pía le dijo a Tito:
"¡Este es tu momento, amigo! Usa tus patas fuertes, ¡puedes hacerlo!"
Tito tomó aire y comenzó a escalar con determinación. Mientras tanto, Lila iluminó el camino, mostrándole las rocas para que no tropezara.
Entre risas y apoyo, Tito logró subir la colina, y cuando llegó a la cima, todos los animales aplaudieron. Tito sonrió, sintiéndose muy orgulloso.
"¡Lo logré!" gritó emocionado.
A medida que avanzaban a la siguiente prueba, una prueba de memoria con ilustraciones que cada uno tenía que recordar, Pía trató de ayudar a Tito.
"Ésta es fácil, ¡acordate de los dibujos que viste!" le decía. Pero Tito se quedó muy nervioso y empezó a olvidar.
"No puedo, no puedo... soy un tortugo lento, no recuerdo nada!" se lamentó Tito, mientras los otros animales iban avanzando.
Lila iluminó su camino otra vez y decidió hacer algo especial.
"Tito, ¿en lugar de ver lo que los demás pueden hacer rápido, por qué no utilizamos un truco? Vamos a trabajar juntos, yo te ayudaré a recordar las ilustraciones", le propuso.
Tito asintió y, al final, con Lila a su lado guiándolo, logró recordar las imágenes y completar la prueba.
Cuando llegaron a la última etapa, una prueba de velocidad en la que cada uno debía correr lo más rápido posible, Tito estaba angustiado.
"No voy a ganarle a nadie, soy muy lento!" se lamentó.
Pía lo miró y le repitió:
"No se trata de ganar, se trata de divertirse y disfrutar con amigos, ¡eso es lo que más importa!"
Así que juntos, decidieron correr a su propio ritmo. Mientras los otros corrían velozmente, Tito se movía lentamente pero con una gran sonrisa en su rostro. Lila iluminaba su camino y Pía volaba a su lado animándolo.
Todos en el bosque aplaudían con alegría y celebraron el esfuerzo de cada uno.
Al finalizar la carrera, Tito, aunque no llegó primero, se sentía el campeón del mundo.
"Gracias, amigos. Ustedes son los mejores. Aprendí que no es importante ser el más rápido, sino disfrutar del camino", dijo Tito.
"¡Exactamente! Cada uno tiene su manera única de brillar. Y a veces, los lentos son los que mejor aprecian lo que hay a su alrededor!" concluyó Pía.
Desde ese día, los tres amigos continuaron haciendo más aventuras, siempre apoyándose mutuamente, aprendiendo a valorar sus diferencias y a celebrar su amistad. Y así, en el bosque, nunca falta la alegría ni las risas.
¿Quién necesita ser el más veloz cuando tienes amigos que te quieren tal como sos? La verdadera victoria es tener amigos que nos acompañan en el camino.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.