Los amigos del bosque
Había una vez dos nenes, Martina y Esteban, quienes tenían un secreto: podían transformarse en zorros al caer la noche. Un día, mientras jugaban en el bosque, se extraviaron y no podían encontrar el camino de regreso a casa.
Asustados, se sentaron en un tronco caído y comenzaron a llorar. De repente, escucharon un ruido entre los arbustos. Eran dos enormes osos hormigueros, Olivia y Carlos, quienes se acercaron lentamente, atraídos por los llantos de los niños.
- ¿Qué les pasa, amiguitos? - preguntó Olivia con dulzura. Los nenes, sorprendidos al ver a los ocesnos, les contaron que estaban perdidos. Olivia y Carlos se ofrecieron a ayudarlos y les enseñaron cómo orientarse en el bosque y encontrar alimento.
Juntos, recorrieron el bosque, los ocesnos con sus largas garras, ayudaban a los niños a abrir camino entre la espesura. Durante el camino, los cuatro se hicieron muy amigos. Pasaron días explorando el bosque, jugando y aprendiendo el uno del otro.
- Amigos, ¿por qué ustedes dos se transforman en zorros? - preguntó Carlos un día curioso. Los niños, confiando en sus nuevos amigos, les revelaron su secreto.
Los ocesnos no se asustaron, al contrario, los animaron a aceptar su transformación y a disfrutar de sus habilidades. Les contaron que ellos también tenían sus propios dones y que juntos podrían cuidarse mutuamente.
Así, Martina y Esteban aprendieron a disfrutar su naturaleza zorruna, correteando entre los árboles y deslizándose por los claros del bosque. Tiempo después, lograron encontrar el camino de regreso a casa con la ayuda de Olivia y Carlos, quienes se despidieron con cariño.
Los niños nunca olvidaron la amistad que surgió en el bosque y los valiosos aprendizajes que les brindaron sus amigos ocesnos. Desde entonces, cada vez que la noche caía, Martina y Esteban jugaban transformándose en zorros, recordando las aventuras vividas y las lecciones aprendidas en compañía de Olivia y Carlos, los ocesnos de corazón bondadoso.
FIN.