Los Amigos del Bosque Encantado



Era un día soleado en el Bosque Encantado, donde vivían seis amigos muy especiales: Mario, Anarcdo, Zebra, Huevazo, Álvaro y Nikocado Acvocado. Un día, mientras jugaban juntos, encontraron un mapa antiguo que prometía un tesoro escondido en el corazón del bosque. Emocionados, decidieron embarcarse en una aventura.

"¡Miren lo que encontré! Este mapa dice que el tesoro está en la Colina de las Mariposas!" exclamó Mario, saltando de alegría.

"Vamos, vamos!" sugirió Anarcdo. "Siempre quise encontrar un tesoro. ¿Qué podemos perder?".

"Pero no sabemos qué obstáculos nos esperan. Debemos estar preparados" dijo Zebra, preocupada.

"¡No tema, soy el rey de la estrategia!" dijo Huevazo, inflando su pecho con orgullo. "Solo debemos seguir el mapa y escuchar a la naturaleza".

Así que comenzaron su travesía. El primer obstáculo que enfrentaron fue un río caudaloso.

"¡No puedo nadar!" chilló Nikocado Acvocado.

"Yo tampoco, pero podemos construir un puente con estas ramas!" sugirió Álvaro. Todos se pusieron manos a la obra y, con trabajo en equipo, lograron cruzar el río.

"¡Bien hecho, amigos!" aplaudió Zebra, contenta de que podían trabajar juntos.

Siguiendo el mapa, llegaron a una cueva oscura que decía ser el hogar de un dragón.

"¡No podemos entrar ahí! El dragón nos comerá!" gritó Nikocado, temeroso.

"Es una prueba de valentía" decidió Mario. "Si somos buenos amigos, nada nos detendrá. Encontramos el modo de hacerlo juntos!".

Con mucho cuidado, se adentraron en la cueva y encontraron al dragón dormido sobre un montón de oro. Todos se paralizaron al verlo.

"Quizás deberíamos volver" susurró Anarcdo.

"No podemos rendirnos ahora, ¡el tesoro está tan cerca!" dijo Huevazo.

Entonces Zebra tuvo una idea. "Cantar podría despertarlo de mejor manera. Tal vez le guste nuestra música!".

Todos miraron a Zebra con sorpresa, pero sintieron que era el momento de intentarlo. Juntos, comenzaron a cantar una canción alegre, todos con sus propias notas y ritmos. Para su asombro, el dragón se despertó y, en lugar de enojarse, comenzó a bailar.

"¡Eso es maravilloso!" exclamó el dragón.

"¿Te gustaría unirte a nosotros?" preguntó Álvaro.

"¡Sí! ¡Me encanta bailar!" respondió el dragón, moviendo su cola con entusiasmo.

Tan pronto como el dragón se levantó, se dio cuenta de que las joyas que tenía eran muy pesadas y lo hacían sentir incómodo.

"No necesito tantas riquezas, sólo quiero amigos" dijo el dragón, sonriendo. Moverse con ellos le trajo más alegría que los tesoros.

Entonces, le ofrecieron unirse a su aventura y él aceptó gustosamente. Juntos, decidieron que el verdadero tesoro era la amistad que habían cultivado.

Finalmente, regresaron, cada uno con una nueva lección:

"El trabajo en equipo nos hace fuertes" dijo Mario.

"No hay nada más valioso que tener amigos" reflexionó Anarcdo.

"La valentía viene de apoyarse unos a otros" añadió Zebra.

"Cantar y bailar nos acerca y nos llena de alegría" dijo Huevazo.

"Y siempre, siempre, confiar en los demás" concluyó Álvaro.

"Con razón me siento tan alegre!" dijo Nikocado Acvocado mientras todos reían.

No encontraron oro, pero encontraron algo mucho más importante: la magia de la amistad. Prometieron seguir explorando juntos, sabiendo que cada aventura traería nuevas sorpresas y aprendizajes. Y así, el Bosque Encantado nunca dejó de resonar con sus risas y canciones.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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