Los Amigos del Corazón



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Sonrisas, dos chicos llamados Lucas y Mateo. Eran los mejores amigos y siempre se aventuraban juntos, buscando nuevas formas de ayudarse el uno al otro y a sus vecinos.

Un día, mientras exploraban un hermoso bosque detrás de sus casas, encontraron un árbol gigante, más alto que cualquier otro que habían visto. En su tronco, había una extraña puerta tallada. Intrigados, decidieron abrirla.

"¿Qué habrá adentro?" - preguntó Lucas mientras la abría lentamente.

"No sé, pero ¡vamos a descubrirlo!" - respondió Mateo, entusiasmado.

Al entrar, encontraron un mundo mágico lleno de colores brillantes, criaturas sonrientes y un cielo azul que parecía sonreírles. En este lugar, las risas eran música, y había un claro donde todos los seres podían compartir sus alegrías y tristezas.

De repente, se acercó un dulce hada llamada Luz, que brillaba como una estrella.

"¡Hola, amigos! Bienvenidos al Bosque de los Corazones. Aquí, cada uno puede encontrar la luz que lleva dentro", les dijo.

Lucas y Mateo se miraron sorprendidos.

"¿Qué luz?" - preguntó Mateo.

"La luz que todos llevamos dentro de nosotros. Tiene el poder de hacer del mundo un lugar mejor, pero a veces necesitamos un pequeño empujón para dejarla brillar" - explicó Luz.

Los chicos estaban emocionados, pero también un poco confundidos.

"¿Cómo podemos dejar brillar nuestra luz?" - preguntó Lucas.

"Se trata de aceptar y compartir lo mejor de nosotros mismos. Pero primero deberán enfrentarse a algunos retos. ¿Están listos?" - respondió Luz, con una sonrisa.

Los dos amigos asintieron con determinación.

"¡Estamos listos!" - dijeron juntos.

Así, Luz les llevó a su primer reto, donde un pequeño monstruo de sombras estaba causando tristeza entre los animales del bosque. Les dijo que necesitarían su luz interior para ayudarlo.

"¿Pero cómo?" - preguntó Mateo.

"Deberán encontrar algo que les haga felices y compartirlo con el monstruo. Su tristeza se quitará cuando sienta la alegría de la amistad" - explicó Luz.

Los chicos se pusieron a pensar.

"¡Ya sé!" - dijo Lucas. "Tenemos que recordar las cosas que nos hacen reír, como nuestras aventuras juntos. Podemos contarles chistes a los animales y al monstruo."

"¡Sí! Vamos a hacerlo" - contestó Mateo con entusiasmo.

Ambos comenzaron a contar chistes y anécdotas graciosas sobre sus travesuras en el pueblo. Pronto el monstruo se fue asomando, dudando al principio pero luego, al escuchar las risas, no pudo evitar sonreír.

"¿Puedo unirme?" - preguntó tímidamente el monstruo.

"¡Claro! Todos son bienvenidos a nuestro juego!" - exclamó Lucas.

Juntos, lograron que el monstruo se riera y olvidara su tristeza. Y así, su luz interior comenzó a brillar intensamente, iluminando el bosque.

Contenta, Luz los felicitó.

"¡Lo lograron! Ahora su luz ya se está manifestando. Pero el camino no ha terminado, aún queda un reto más."

Los chicos sintieron un escalofrío de emoción y un poco de nervios.

"¿Qué será esta vez?" - preguntó Mateo.

"Esta vez deberán ayudar a un árbol que ha perdido sus hojas. Él se siente triste y necesita que le brinden apoyo" - respondió el hada.

"¿Cómo lo hacemos?" - preguntó Lucas.

"Haciendo un círculo a su alrededor y compartiendo palabras de aliento y amor" - respondió Luz.

"Estoy seguro que podemos hacerlo", dijo Mateo,. "Siempre tenemos mucho para compartir."

Los chicos se unieron y comenzaron a rodear al árbol, contándole sobre su amistad, los buenos momentos y lo maravilloso que era tenerlo en la naturaleza.

"Eres fuerte, has crecido mucho, y tu sombra es nuestro refugio" - le dijo Lucas al árbol.

"No hay otro árbol como vos en todo el bosque, con tu belleza y dulzura" - agregó Mateo.

Poco a poco, el árbol comenzó a recuperar sus hojas, como si la alegría que compartieron lo hiciera renacer.

"¡Gracias, amigos! La luz que me han dado me hace sentir vivo nuevamente" - dijo el árbol con una voz profunda y cálida.

Luz, satisfecha, aplaudió y se les acercó.

"Lo han logrado, amigos. Ahora saben cómo dejar brillar su luz interior. Al compartir alegría y amor, ayudan a hacer del mundo un lugar mejor. ¿Se sienten listos para regresar a casa?" - preguntó la hada.

"Sí, pero queremos que nuestra luz brille también allá afuera" - respondió Mateo.

"Eso es lo que siempre deben hacer; llevar su luz consigo, donde sea que vayan" - dijo Luz.

Con una ola de su varita mágica, Luz los llevó de regreso al pueblo. Y así, Lucas y Mateo prometieron seguir compartiendo alegría con todos. Desde ese día, sus corazones estaban llenos de luz, y pensaban en maneras de ayudar a los demás, convirtiéndose en los mejores amigos que su pueblo había visto.

Y colorín colorado, esta aventura se ha acabado.

FIN.

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