Los amigos escondidos
Tito, el pequeño gnomo, abrió sus ojos y se encontró en su cama. Se frotó los ojos y bostezó, aún somnoliento.
Al levantarse de la cama y salir a la calle para comenzar su día, notó algo extraño: todas las casas estaban vacías y no había ni un solo ruido. Tito caminaba por las calles solitarias con una sensación de tristeza en el corazón.
Extrañaba las risas de sus amigos y vecinos, los juegos en el parque y las tardes llenas de diversión. Pero ahora todo parecía haber desaparecido. Decidido a descubrir qué había pasado, Tito decidió visitar la casa del viejo sabio del pueblo, Don Bartolo.
Tal vez él tenía alguna respuesta para explicar esta extraña situación. Al llegar a la puerta de Don Bartolo, Tito tocó tímidamente y esperó pacientemente hasta que apareció el sabio gnomo detrás de ella.
"¡Oh! ¡Tito! ¿Qué te trae por aquí?" - preguntó sorprendido Don Bartolo al ver al pequeño gnomo frente a su puerta. "Don Bartolo, todos han desaparecido. No hay nadie en el pueblo", respondió Tito con preocupación en su voz.
El viejo sabio frunció el ceño mientras pensaba profundamente durante unos segundos antes de responder:"Emmm... sí, eso es cierto. Pero no te preocupes Tito; todos tus amigos están bien". La confusión invadió el rostro del pequeño gnomo mientras miraba desconcertado a Don Bartolo.
"¿Pero dónde están? ¿Por qué no los puedo ver ni escuchar?" - preguntó Tito, cada vez más confundido. El sabio gnomo sonrió y explicó:"Tito, lo que pasa es que todos tus amigos han decidido jugar a las escondidas.
Pero no te preocupes, estoy seguro de que si buscas bien los encontrarás". Tito se alegró al saber que sus amigos estaban jugando y decidió buscarlos por todo el pueblo. Buscó en cada rincón, detrás de árboles y debajo de piedras. Pero nadie parecía estar allí.
Desanimado, Tito regresó a la casa de Don Bartolo para contarle su desafortunada búsqueda. "Don Bartolo, he buscado por todas partes pero no encuentro a mis amigos", dijo Tito con tristeza en su voz.
El viejo sabio sonrió nuevamente y le dio una palmada reconfortante en el hombro. "Tito, a veces las cosas no son como parecen. A veces necesitamos abrir nuestros ojos un poco más para ver lo que está justo frente a nosotros".
Intrigado por las palabras del sabio gnomo, Tito siguió su consejo y miró detenidamente a su alrededor. Fue entonces cuando notó pequeñas huellas dibujadas en el suelo: huellas diminutas de sus amigos gnomos.
Con una sonrisa llena de emoción, Tito comenzó a seguir las huellas hasta llegar al parque del pueblo. Allí encontró a todos sus amigos escondidos detrás de arbustos y bajo bancos. "¡TITO!" - gritaron todos emocionados al verlo aparecer.
El pequeño gnomo se unió a la alegría de sus amigos y juntos comenzaron a reír y jugar. Las calles del pueblo volvieron a llenarse de risas y diversión, como si nunca hubiera habido un momento de tristeza.
Tito aprendió una valiosa lección ese día: que incluso en los momentos más oscuros, siempre hay esperanza y felicidad esperando ser encontradas. A veces solo necesitamos abrir nuestros ojos y buscar un poco más allá.
Desde aquel día, Tito valoró cada momento con sus amigos y vecinos, sabiendo que la amistad y la risa eran tesoros que debían cuidar todos los días de su vida.
Y así, el pequeño gnomo vivió aventuras emocionantes junto a sus amigos en su vecindario, siempre recordando aquel día en el que las risas desaparecieron pero luego volvieron a brillar con más fuerza que nunca.
FIN.