Los Amigos y el Resbalón
Era un hermoso día soleado en el parque y los tres amigos, Gato, Conejo y Lobito, estaban listos para disfrutar de una tarde de juegos. Los sonrisas brillaban en sus caras y la emoción estaba en el aire.
"¿Vamos a subir al resbalón?" - propuso Conejo, dando saltitos de alegría.
"¡Sí! ¡Me encanta!" - gritó Gato, mientras ya corría hacia ese lado. Lobito, aunque más tranquilo, los siguió con una sonrisa.
Cuando llegaron al gran resbalón, Gato, que era un poco travieso, dijo:
"Voy a ser el primero en deslizarme. ¡Miren!"
Y sin pensarlo, empezó a subir rápidamente. Conejo lo miraba con admiración.
"¡Esperame!" - gritó Conejo, tratando de alcanzarlo.
Pero en un momento de emoción y travesura, Gato, al sentirse apurado, empujó a Conejo con más fuerza de la que pretendía.
"¡Cuidado!" - gritó Lobito, pero ya era demasiado tarde. Conejo, sorprendido, perdió el equilibrio y se cayó de cabeza, aterrizando de forma poco elegante en la arena.
Conejo se quedó quieto por un momento, y luego un sollozo salió de su boca.
"¡Ay, me duele!" - lloró.
Lobito corrió hacia él.
"Conejo, ¿estás bien?"
"No... me lastimé la patita"," dijo Conejo entre lágrimas.
Gato se dio cuenta de lo que había hecho. Se acercó, preocupado.
"Lo siento, Conejo. No quise hacerte daño," - dijo Gato con tristeza en su voz.
"No, que va, no me empujaste a propósito, pero ahora estoy dolorido..." - respondió Conejo, mientras se limpiaba las lágrimas con su patita.
Lobito, viendo la situación, decidió que era el momento de hablar.
"Chicos, tenemos que conversar sobre lo que pasó. Gato, ¿por qué empujaste a Conejo?"
Gato se encogió de hombros.
"No sé, estaba muy emocionado. Solo quería jugar. A veces, hago cosas sin pensar..."
"Sí, pero no siempre podemos dejar que la emoción nos lleve a actuar sin pensar en los demás," - explicó Lobito.
Conejo, ya un poco más calmado, asintió.
"Entiendo que a veces todos cometemos errores, pero es importante siempre cuidar a nuestros amigos," - dijo Conejo.
Gato miró a sus amigos con tristeza y un poco de miedo.
"¿Creen que todavía puedo ser su amigo?"
"Claro que sí, Gato. Pero tenemos que aprender de esto," - respondió Lobito.
Conejo, con una sonrisa tímida, agregó:
"Sí, y también tenemos que recordar siempre a cuidar a los demás mientras jugamos. ¿Qué les parece si hacemos un pacto?"
"¿Un pacto?" - preguntó Gato, curiosamente.
"Sí, un pacto de amigos. Siempre a cuidarnos durante los juegos y ser honestos cuando algo nos molesta o duele," - explicó Conejo.
"¡Me parece genial!" - dijo Lobito.
Y así, los tres amigos sellaron su pacto con un abrazo. Gato se sintió aliviado y muy feliz de tener amigos que comprendían que todos cometemos errores.
Después de eso, decidieron que era mejor jugar al lado del columpio y prometieron cuidarse unos a otros. Gato no empujaría a Conejo otra vez y Conejo sería más cuidadoso y no se apresuraría a escalar el resbalón.
Mientras jugaban, rieron y se divirtieron creando nuevas memorias juntos, sabiendo que los buenos amigos siempre pueden resolver sus diferencias y aprender de lo ocurrido.
Al final del día, se sentaron en un banco a descansar, disfrutando la puesta del sol.
"Hoy aprendí algo muy importante," - dijo Gato, mirando a sus amigos.
"¿Qué aprendiste?" - preguntaron Lobito y Conejo al mismo tiempo.
"Que siempre hay que pensar en los sentimientos de los demás, y que hablar es la mejor manera de solucionar las cosas," - respondio Gato con una sonrisa.
Y así, felizmente, los tres amigos continuaron disfrutando su día, siempre cuidando de cuidarse mutuamente en su camino hacia la diversión.
FIN.