Los amigos y los payasos felices



Había una vez un grupo de amigos llamados Julieta, Marcos, Ana y Tomás que vivían en un pequeño pueblo en las afueras de la ciudad. Les encantaba explorar juntos y vivir emocionantes aventuras.

Una tarde, mientras paseaban por el bosque, se encontraron con una casa abandonada que parecía estar llena de misterio y terror. - ¡Miren esa casa! -exclamó Julieta señalando hacia el oscuro edificio-.

¿Creen que deberíamos entrar? - ¡Sí! Será divertido explorarla y ver si encontramos algo interesante -dijo Marcos entusiasmado. A pesar de sentir un poco de miedo, decidieron entrar a la casa. Al hacerlo, descubrieron que estaba decorada con extrañas pinturas de payasos sonrientes y coloridos globos por todas partes.

El ambiente era escalofriante y sentían como si alguien los estuviera observando. - Esto es muy raro... -murmuró Ana nerviosa-. ¿Qué hacemos ahora? De repente, escucharon risas malévolas provenientes del piso superior.

Sin embargo, en lugar de salir corriendo asustados, los valientes amigos decidieron investigar de dónde venían esos sonidos. Al subir las empinadas escaleras, llegaron a una habitación donde vieron a un grupo de payasos siniestros riéndose entre ellos.

Parecían querer asustar a los intrusos con sus bromas macabras. - ¡No tenemos miedo de ustedes! -gritó Tomás con determinación-. ¿Por qué nos están asustando? Los payasos se detuvieron sorprendidos al escuchar la valentía de los amigos.

Uno de ellos se acercó lentamente y les contó que habían perdido su alegría porque la gente siempre los veía como seres malvados sin conocer realmente sus corazones bondadosos.

Conmovidos por la historia de los payasos, Julieta, Marcos, Ana y Tomás decidieron ayudarlos a recuperar su felicidad organizando un espectáculo para todo el pueblo. Los niños trabajaron juntos para crear números increíbles que demostraban lo talentosos y divertidos que eran los payasos. El día del espectáculo llegó y toda la gente del pueblo se reunió para verlo.

Los payasos brillaron en el escenario con sus actuaciones llenas de gracia y humor. La audiencia no paraba de reírse y aplaudirles al darse cuenta de lo equivocados que estaban sobre ellos.

Al finalizar el show, los payasos agradecieron a los amigos por haberles devuelto la alegría perdida. Desde ese día en adelante, la casa abandonada se convirtió en un lugar lleno de risas y diversión donde todos eran bienvenidos a disfrutar juntos como una gran familia.

Y así fue como Julieta, Marcos, Ana y Tomás aprendieron que no todo es lo que parece a simple vista; detrás incluso del terror puede esconderse la verdadera amistad y solidaridad entre seres diferentes pero igualmente valiosos.

FIN.

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