Los Ángeles de la Navidad



Era una noche maravillosa y estrellada. En el cielo brillaban millones de luces, pero dos ángeles, Lía y Sariel, estaban muy preocupados.

"¿Te das cuenta, Lía? La Navidad está llegando y en la Tierra no hay alegría", - dijo Sariel, observando desde arriba.

"Sí, lo sé. La gente se ha olvidado del verdadero espíritu de la Navidad", - respondió Lía.

Ambos ángeles tenían una misión: ayudar a los humanos a recordar lo que hace especial a la Navidad. Así que decidieron bajar a la Tierra.

Al llegar, se trasformaron en dos simpáticas luces que danzaban en el aire. Todo parecía normal hasta que escucharon un fuerte susurro.

"Mirá, Lía, ahí hay un grupo de niños. Tal vez podamos ayudarles", - sugirió Sariel.

"¡Perfecto! Vamos a ver qué les preocupa", - dijo ella.

Los ángeles se acercaron y escucharon a los niños hablando sobre sus regalos de Navidad.

"Yo quiero la bicicleta más grande de la tienda", - dijo Tomás.

"Y yo un videojuego nuevo", - agregó Sofía.

Lía sonrió.

"¿Y si les enseñamos que hay cosas más importantes que los regalos?", - le dijo a Sariel.

"Buenísima idea! Vamos a contarles una historia", - respondió Sariel emocionado.

Y así, los ángeles comenzaron a relatarles sobre un pequeño pueblo donde todos estaban felices, no porque recibían regalos, sino porque compartían momentos y ayudaban a los demás.

Mientras contaban, de repente, una niña pequeña llamada Mayra interrumpió.

"Pero eso no suena divertido. ¿Dónde están los regalos?"

"Escuchame, Mayra", - dijo Lía.

"Los verdaderos regalos son los que no se pueden ver, como la amistad y el amor".

"Sí, ¿puedo tener esos regalos?", - preguntó Mayra, curiosa.

"Claro que sí, necesitamos solo de un corazón generoso. Vamos a ayudarlos a conocer la magia de dar y compartir", - explicó Sariel.

Lía y Sariel comenzaron a guiar a los niños por el vecindario, mostrándoles cómo podían alegrar el día de otros. Juntos, decoraron la casa de una anciana que vivía sola, llevaron galletas a una familia vecina y dejaron mensajes de aliento a sus compañeros de clase.

Los niños estaban encantados y poco a poco, sus corazones se llenaron de alegría.

"¡Esto es increíble! No sabía que podía sentirme tan bien ayudando a otros", - exclamó Sofía.

"¿Y si hacemos esto todos los años?", - sugirió Tomás.

"¡Sí! ¡Que sea nuestra nueva tradición!", - dijeron todos juntos.

Mientras tanto, Lía y Sariel observaban desde un árbol cercano.

"Mira, todo está cambiando", - dijo Lía, viendo cómo los niños sonreían.

"Lo logramos, Lía. Esta Navidad será diferente", - contestó Sariel.

De repente, una chispa de luz iluminó el cielo.

"¡El cielo nos está llamando!", - anunció Lía.

"Es tiempo de volver, pero no sin antes dejar un toque de magia en sus corazones", - añadió Sariel.

Ambos ángeles levantaron sus manos y una suave luz envolvió a los niños, dejándoles un brillo especial.

"Recuerden siempre: los mejores regalos son aquellos que compartimos con amor", - susurraron mientras se elevaban hacia el cielo.

En la mañana de Navidad, los niños despertaron con el corazón lleno de alegría. Cuando se miraron entre ellos, supieron que esa Navidad iba a quedar grabada para siempre.

"¡Feliz Navidad!", - gritaron todos juntos, mientras la magia de los ángeles llenaba el aire, recordándoles la importancia de compartir y estar juntos.

Y desde ese día, cada Navidad se celebró de una manera especial, donde el amor y la generosidad reinaron por sobre los regalos, gracias a la misión de Lía y Sariel, los ángeles de la Navidad.

FIN.

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