Los Ángeles Guardianes de Julieta y Melissa
Cuando pienso en lo que me sucedió aquel día, me doy cuenta de que parecía un cuento de hadas. Todo comenzó una tarde soleada en el parque, donde solía jugar con mi mejor amiga, Melissa. Estábamos girando en las hamacas y riendo, sin pensar en nada más que en cómo escalar más alto sin caernos. Pero, de repente, algo extraño sucedió.
Mientras me impulsaba, sentí un viento suave, distinto al de cualquier día. Miré alrededor y vi a dos figuras etéreas brillando entre los árboles; sus cuerpos eran de luz y tenían alas como las de los ángeles que había visto en los cuentos.
- ¿Julieta? ¿Estás viendo esto? - preguntó Melissa con los ojos bien abiertos.
- Sí, ¡son reales! - le respondí emocionada.
Los ángeles se acercaron volando y aterrizaron suavemente en la grass. Tenían sonrisas amables y sus ojos brillaban con un destello de alegría. Uno de ellos, que parecía un poco más alto, se presentó.
- Hola, somos Lía y Zephyr, sus Ángeles Guardianes. Venimos a ayudarles a descubrir su propio poder. -
Melissa y yo nos miramos atónitas.
- ¿Poder? - preguntó Melissa, aún sin creer del todo lo que estaba viendo.
- Sí - dijo Lía con suavidad. - Dentro de cada uno de ustedes hay una chispa de magia que pueden usar para hacer el bien en el mundo.
- Pero… ¿cómo? - inquirí.
- Sencillo - dijo Zephyr entusiasmado - Solo deben creer en ustedes mismas.
Esa fue la primera lección que aprendimos: la confianza en una misma es el primer paso para descubrir nuestros talentos. Decidimos que queríamos usar nuestro nuevo poder para ayudar a los demás.
- Entonces, ¿qué vamos a hacer? - pregunté.
- Vamos a encontrar a alguien que necesite su ayuda - respondió Lía con una gran sonrisa.
Nos dirigimos al centro de nuestro barrio, donde notamos a una anciana que tenía problemas para cruzar la calle.
- ¡Mirá! - dijo Melissa. - ¡Vamos a ayudarla!
Así que nos acercamos.
- ¿Necesita ayuda, señora? - le pregunté.
La anciana levantó la vista y sonrió.
- Sí, por favor, mis piernas no son lo que eran. -
Así que, juntas, la ayudamos a cruzar.
- ¡Gracias, pequeñas! - le dijo con una mirada agradecida.
Una chispa cálida invadió mi corazón. De repente, recordé lo que Lía y Zephyr nos habían enseñado: el poder de la bondad. Pero entonces, algo inusual ocurrió: sentí que mi corazón palpitaba con fuerza y un brillo suave emanó de mis palmas. Era como si la magia que habían mencionado estuviera despertando dentro de mí.
- ¡Mirá! - exclamó Melissa. - Tu mano brilla.
- ¡La mía también! - grité con emoción.
Fue así como decidimos crear un pequeño club de ayuda en nuestro barrio. Cada semana, nos encontrábamos en el parque, y con el apoyo de Lía y Zephyr, ayudábamos a limpiar el parque, plantábamos flores y hasta recolectábamos ropa para los que más lo necesitaban.
Con cada acto de bondad que hacíamos, la magia de nuestros corazones brillaba aún más. Sin embargo, llegó un día en que nuestro pueblo enfrentó un gran problema; una tormenta había dejado a muchos animales en peligro en el refugio de animales local.
- Julieta, ¡tenemos que hacer algo! - dijo Melissa con preocupación.
- Tienes razón, vamos a hablar con Lía y Zephyr - respondí.
Cuando las encontramos, estaban preocupadas.
- Necesitamos unir todos nuestros poderes. Juntas, podemos hacer que la lluvia se detenga. -
Era un gran reto, pero estábamos listas. Nos unimos en un círculo, tomamos de las manos y, con toda nuestra fuerza, comenzamos a concentrarnos.
- Creemos en la bondad y el amor. Por favor, detente tormenta, para que los animales estén a salvo. -
Al realizar esto, las nubes comenzaron a dispersarse, y, para nuestra alegría, pudimos ver el sol brillar nuevamente. Supimos en ese momento que todo lo que habíamos aprendido era cierto: cuando trabajamos juntas, podemos lograr que el mundo sea un lugar mejor.
Después de ayudar a los animales, Lía y Zephyr nos dijeron que habíamos completado nuestra misión y que deberían irse. Pero antes de irse, nos dejaron una última lección.
- No necesitamos alas para ser ángeles. Cada uno de ustedes lleva magia dentro de sí para ayudar y hacer el bien. -
Nos abrazamos emocionadas.
- Nunca olvidaremos lo que nos enseñaron. - le prometí.
Desde entonces, Melissa y yo continuamos llevando alegría y ayuda a nuestro barrio. Sabemos que la verdadera magia viene de las acciones bondadosas, y que los ángeles siempre están con nosotros, recordándonos que, si creemos en nosotros mismas, podemos lograr cualquier cosa.
Y así, cada vez que miro las hamacas en el parque, recuerdo aquel día especial en que los ángeles guardianes llegaron a nuestras vidas.
FIN.